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Las Etapas del Sendero

Las Etapas del Sendero

Las Etapas del Sendero

La esclavitud da valor a la libertad

Todas las personas tienen que pasar por el estado de esclavitud, de servidumbre pero este período de esclavitud no hay que considerarlo un episodio sin valor, sin importancia en la evolución de la vida. Tenemos que experimentar el hecho de estar enjaulados, encerrados  si hemos de apreciar la libertad. Si un pez no sale del agua ni siquiera una vez en todo el transcurso de su vida, entonces no tiene la posibilidad de apreciar el valor del agua. Desde su nacimiento hasta su muerte vivió solamente en el agua, sin estar en condiciones de comprender qué significa realmente el agua para su existencia. Pero si lo sacamos del agua tan sólo un instante, anhelará el agua y esa experiencia lo calificará para apreciar la importancia de aquélla. Del mismo modo, si la vida fuera constantemente libre, sin que la esclavitud se pusiera de manifiesto, el hombre no llegaría a entender lo que la libertad realmente significa. Experimentar la esclavitud espiritual y conocer el intenso deseo de estar libre de esta esclavitud es una preparación para disfrutar plenamente la libertad que ha de venir.

El sendero comienza con un anhelo de realidad más profunda

Así como el pez que sacamos del agua anhela regresar al agua, de igual manera el aspirante que percibió la meta anhela unirse con Dios. De hecho, este anhelo de regresar a la fuente está presente en cada ser desde el tiempo mismo en el que el velo de la ilusión, de la ignorancia, lo separó de la verdad, lo separó de la fuente, pero el individuo no es consciente de este anhelo hasta entrar como aspirante en el sendero espiritual. En un sentido podemos acostumbrarnos a la ignorancia, así como quien viaja en tren puede acostumbrarse a la oscuridad de un túnel, cuando el tren está atravesando este túnel. Incluso entonces existe una clara incomodidad y una vaga inquietud e indefinible, debido a la sensación de que está faltando algo. Desde el comienzo mismo, el individuo percibe que este “algo” tiene una importancia formidable. En las etapas de la más densa ignorancia, a este “algo” suele identificárselo sin querer con diversas cosas del materialismo, del  mundo denso.

Sin embargo, cuando la experiencia que tenemos de este mundo está suficientemente madura, las repetidas desilusiones de la vida nos encauzan debidamente para que descubramos lo que nos está faltando. A partir de este entonces, el individuo busca una realidad más profunda, más real que aquella  que nos pueden brindar las formas cambiantes. Podríamos describir acertadamente este momento como el primer paso, como la  iniciación del aspirante, del buscador. Desde el mismo momento de la iniciación en el sendero, del camino el anhelo de unirse con la fuente de la que se había separado se expresa e intensifica. Así como la persona que está en el túnel anhela la luz, y aún más intensamente después de ver un destello que llega desde el otro extremo, de igual manera quien tuvo una vislumbre de la meta anhela apresurarse e ir hacia a ella con toda la rapidez, la celeridad de la que dispone.

El múltiple velo de la ignorancia 

El camino tiene seis etapas, siendo la séptima el final del trayecto, la meta. Cada estación intermedia es, a su modo, una especie de anticipo imaginario de la meta. El velo que separa al hombre de Dios consiste básicamente en su falsa imaginación, y este velo tiene muchos pliegues. Antes de entrar en el sendero, este velo de la imaginación múltiple cubre a la persona, y el resultado de esto es que ni siquiera es capaz de pensar que es otra cosa que un individuo separado, encerrado y finito. Su consciencia personal, la conciencia  de su ego, ha cristalizado el accionar de su imaginación múltiple y falsa, y el anhelo consciente de unirse con Dios es lo primero que conmueve toda la estructura de ese ego, el cual ha sido construido durante el período del falso trabajar de la imaginación. Lo que se quiere decir es que el anhelo consciente de la unión con Dios, entonces constituye también la primer sacudida que sufre la estructura del ego, que ha sido formado por el periodo dominado por el funcionamiento equivocado del imaginar. Recorrer el camino espiritual equivale a deshacer los resultados de este trabajo equivocado y falso de la imaginación, en despojarse de todos los pliegues o velos que sirvió para crear una sensación de separatividad inexpugnable y aislamiento  de  separación. Hasta aquí la persona se había aferrado firmemente a la idea de una existencia dual, una  existencia separada, asegurando esta existencia  detrás de formidables muros de una ignorancia densa, que pugna por la individualidad,  pero de ahora en adelante entra en una suerte de comunicación con una Realidad inmensa, vasta. Cuanto más contacto establece con la Realidad, más fino se torna el velo de la ignorancia, más débil, más delicado. Con el gradual desgaste de la separación, del egoísmo, de la ignorancia, él adquiere una sensación cada vez mayor de  fusión con la gran Realidad, con la vasta Realidad.

La inversión gradual del funcionamiento equivocado  de la imaginación

La construcción de la sensación de separación es producto de la imaginación. Por lo tanto, la ruptura de ese autocreado sentido de separación y la subsiguiente unión con la Realidad se consiguen mediante la inversión del falso accionar del imaginar. El acto de librarnos por completo de la imaginación puede ser comparado con el despertar de un sueño profundo. Las diferentes etapas del proceso por el cual nos libramos de la falsa imaginación se podrían comparar con los sueños que a menudo sirven de puente entre el sueño profundo y el estado de plena vigilia. El proceso por el que nos libramos de este  múltiple accionar de la falsa imaginación es gradual y tiene siete etapas.

Desprenderse de un pliegue del velo de la imaginación es indudablemente un avance hacia la Luz y la Verdad, pero no equivale a llegar a ser uno con la Realidad. Significa meramente renunciar a la imaginación más ilusoria, falsa en favor de una que es menos falsa. La imaginación tiene diferentes grados de falsedad, diferentes grados de ilusión y corresponden a los grados de la sensación de estar separados, constituida por la consciencia personal, por la conciencia del ego. Cada etapa del proceso por la cual se elimina la imaginación falsa es un claro desgaste del ego. Pero todas las etapas intermedias del sendero, hasta la Realización final, la llegada a la meta, consiste en abandonar un escalón, una etapa, una fase de la imaginación para pasar a otro. No equivalen a un cese de la imaginación.

Las etapas intermedias del camino son otras tantas formas  de la imaginación

Debe quedar bien claro que los distintos escalones de la imaginación no producen ningún cambio sustancial en la existencia verdadera del  Ser en sí.  Porque lo que cambia no es el Ser, sino la idea que tenemos acerca de lo que él es. Supongamos que soñamos despiertos o fantaseamos que estamos en  China mientras nuestro cuerpo está en la India. Cuando terminamos de fantasear, nos damos cuenta de que nuestro cuerpo no está realmente en la China sino en la India. Desde el punto de vista subjetivo esto equivale a regresar de China a India. Del mismo modo, la gradual desidentificación con el cuerpo y la progresiva identificación con el Alma Universal son comparables a atravesar el sendero, aunque, de hecho, las distintas etapas intermedias del sendero son, por igual y en su totalidad, creaciones del juego del imaginar.

La pseudo sensación de Realización

Las seis etapas del progreso están todas dentro del dominio  de la imaginación. Aunque en cada etapa, el hecho de romper con el concepto del individualismo y con la sensación de unirse cada vez más con la Realidad superior son tan poderosas y transparentes  que el hombre siente una sensación de pseudo  Realización, una falsa sensación de Realización. Así como quien está escalando una montaña descubre un profundo valle y este espectáculo lo fascina tanto que, olvidándose de la meta real, por un instante cree haber llegado a su propia meta, de igual modo el buscador confunde las etapas intermedias con la meta misma. Pero quien realmente anhela escalar la montaña, se da cuenta, un rato después, que debe cruzar ese valle, y el aspirante también se da cuenta de que, tarde o temprano, tiene que trascender la etapa intermedia. La pseudo sensación de Realización, que se presenta en las etapas intermedias, se parece al individuo que está soñando que despertó de su sueño, aunque en realidad todavía está dormido. Después de despertar, se da cuenta de que su primera sensación de estar despierto también era un sueño.

Los planos y estados

Cada definida etapa de avance representa un estado de consciencia, y el avance de un estado de consciencia a otro se produce justamente con el cruce de los planos internos de consciencia. De manera que los seis planos intermedios y sus estados de consciencia han de experimentarse antes de llegar al séptimo plano, el cual es el final de la jornada y en el que existe la Realización final del estado de Dios. Se puede comparar un plano con una estación ferroviaria en la que el tren se detiene un rato, y al estado de consciencia con los movimientos del pasajero que desciende en la estación.

La naturaleza del samadhi

Después de entrar en un nuevo plano de consciencia, la persona suele tardar un tiempo antes de poder funcionar libremente en ese plano. Puesto que hay un cambio radical en las condiciones de la vida mental en su totalidad, la persona experimenta una suerte de parálisis, de detenimiento de su actividad mental, la cual se conoce como samadhi. Cuando el peregrino entra en un nuevo plano, se funde en ese plano antes de poder experimentar el estado característico de ese plano. Así como un peregrino cansado por el esfuerzo realizado en un viaje a veces se duerme, de igual modo la consciencia, cuando ha hecho el esfuerzo de ascender a un nuevo plano,  atraviesa un período en el que la actividad mental se reduce, la cual puede compararse con el hecho de dormir. Sin embargo, el samadhi difiere fundamentalmente del hecho de dormir. La persona está totalmente inconsciente cuando duerme, mientras que en el samadhi es consciente de la felicidad, de la luz o del poder, aunque inconsciente de su cuerpo e inconsciente de su entorno. Tras un lapso de comparativa quietud, de comparativa calma la mente empieza a funcionar en el nuevo plano y experimenta un estado de consciencia que difiere totalmente del estado que quedó atrás.

Cada etapa del sendero reduce la vida del ego

Cuando el buscador entra en un nuevo plano, se sumerge en éste, y junto con la reducción de la actividad mental, experimenta una sustancial disminución de la vida del ego. Esta reducción de la vida del ego difiere de la aniquilación final del ego, la cual tiene lugar en el séptimo plano. Pero igual que la aniquilación final en el séptimo plano, las diferentes etapas de la reducción del ego en los seis planos intermedios merecen especial mención debido a su respectiva importancia. Según el sufismo, la tradición espiritual de los sufis, a la aniquilación final del ego se la describe como Fana-Fillah. Y a los primeros samadhis de los seis planos de la dualidad también se los ha reconocido como especies de fana, puesto que también implican una aniquilación parcial del ego.

Los tres primeros fanas

Por medio de todos estos fanas de carácter ascendente existe una continuidad en el avance hacia el Fana-Fillah final, y cada uno tiene una característica especial. Cuando el peregrino llega al primer plano, experimenta su primer fana, o aniquilación menor del ego. El peregrino se halla provisoriamente fuera de su individualidad limitada, y experimenta la dicha, la felicidad. De manera que muchos peregrinos piensan que realizaron a Dios y, por ende, quedan atascados en el primer plano. Si el peregrino se libera de su autoengaño, de esa falsa percepción y llega a darse cuenta de que lo que logró es en realidad una fase de transición en su travesía, entonces avanza más por el sendero espiritual y llega así, al próximo escalón, a la próxima fase, al segundo plano.

Se denomina fana-i-batili, o aniquilación de lo falso, cuando el peregrino se sumerge en el segundo plano. Ahora el peregrino está absorbido en la dicha y la felicidad, la luz infinita. Algunos creen que llegaron a la meta y quedan varados en el segundo plano, pero otros, que se liberan de su autoengaño, siguen adelante y entran en el tercer plano. Sumergirse en el tercer plano se llama fana-i-zahiri, o aniquilación de lo aparente. Aquí el peregrino deja de ser consciente de su cuerpo y del mundo durante días, y su experiencia es de un poder infinito. Puesto que no es consciente del mundo, no tiene ocasión para expresar este poder. Esto es videh samadhi, o estado de coma divino. A la sazón, la consciencia se retiró completamente del mundo entero.

Los peligros del cuarto plano

Si el peregrino sigue avanzando aún más, llega al cuarto plano. Sumergirse en el cuarto plano se llama fana-e-malakuti, o aniquilación que conduce hacia la libertad. El peregrino experimenta un peculiar estado de consciencia en el cuarto plano, ya que no sólo siente poder infinito, sino que ahora tiene muchas ocasiones para expresarlo. Además, no sólo tiene la oportunidad de usar sus poderes, sino que también se inclina especialmente por expresarlos. Si es víctima de esta tentación, sigue expresando estos poderes y queda atrapado en las seductoras posibilidades, potencialidades que le ofrece el cuarto plano. Por esta razón el cuarto plano es uno de los más difíciles y peligrosos para cruzar. El peregrino nunca está espiritualmente a salvo, y siempre es posible que ocurra un retroceso hasta no haber cruzado exitosamente el cuarto plano y llegado al quinto plano.

Los fanas de los planos quinto y sexto

Sumergirse en el quinto plano se llama fana-e-jabruti, o aniquilación de todos los deseos. Aquí se detiene la incesante actividad del intelecto inferior. El peregrino no piensa de la manera común y corriente, pero indirectamente es fuente de muchos pensamientos inspiradores. Ve, pero no con los ojos físicos. La mente habla con la mente, sin que haya preocupaciones, sin que haya dudas. Ahora se halla espiritualmente a salvo y ha trascendido toda posible caída, pero a muchos peregrinos que están en este plano exaltado les resulta difícil resistir el engaño de que han llegado a la Deidad. En su engaño, dicen: “Yo soy Dios” y creen haber llegado al final del sendero espiritual.

Pero si el peregrino sigue su marcha, se da cuenta de su error y avanza necesariamente hacia el sexto plano. Sumergirse en el sexto plano se llama fana-e-mahabubi, o aniquilación del yo en el Amado. Ahora el peregrino ve a Dios tan directa y claramente como una persona común y corriente ve las diferentes cosas de este mundo. Esta continua percepción y deleite de Dios no se interrumpe ni siquiera un solo  instante. Sin embargo, el viajero no se convierte en uno con Dios, no se convierte en uno con el Infinito.

Fana-Fillah, o Nirvikalpa, el estado de Dios consciente

Si el peregrino asciende al séptimo plano, experimenta la última fusión, la cual se llama Fana-Fillah, o aniquilación final del yo en Dios. Mediante esta fusión, el peregrino pierde su existencia separada y se une permanentemente con Dios, el Amado. Ahora es uno con Dios y su experiencia no es sino ser Dios. Este Fana-Fillah del séptimo plano es la estación terminal del sendero espiritual, la meta de toda búsqueda, de todo empeño. Es el estado de Nirvikalpa Samadhi, que caracteriza a  Dios consciente, a la Deidad consciente. Es el único despertar real. El peregrino llegó a la otra orilla del vasto océano de la imaginación, y advierte que esta Verdad última es la única Verdad, y que todas las demás etapas del sendero son enteramente falsas,  ilusorias. Ha arribado al destino final, a la Meta.