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El Avatar

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El Avatar

Toda criatura viviente busca consciente o inconscientemente una cosa. La búsqueda es inconsciente en las formas de vida inferior y en los seres humanos menos avanzados, pero es consciente en los seres humanos más avanzados. Al objeto de la búsqueda se lo denomina de muchas maneras: felicidad, paz, libertad, verdad, amor, perfección, realización del Ser, realización del Sí Mismo, realización del Yo, realización de Dios, unión con Dios. Esencialmente es una búsqueda de todo eso, pero de un modo especial. Todos tienen momentos de felicidad, vislumbres de la verdad y experiencias fugaces de unión con Dios; lo que quieren es hacer que sean permanentes. Quieren establecer una realidad permanente en medio del cambio constante.

Este deseo natural se basa fundamentalmente en un recuerdo de la unidad esencial con Dios, este deseo natural a veces es difuso, a veces claro, ya que la evolución del alma individual puede ser muy desarrollada o poco desarrollada, pues toda ser viviente es  una manifestación parcial de Dios, condicionada solamente por su falta de conocimiento de su propia naturaleza verdadera. De hecho, la evolución en conjunto es a partir de la divinidad inconsciente hacia la divinidad consciente, en la que Dios mismo, es  esencialmente eterno e inmutable, pero asume una infinita variedad de formas, disfruta una infinita variedad de experiencias, y trasciende una infinita variedad de limitaciones que él mismo, Dios, se impone. Desde el punto de vista del Creador, la evolución es un juego divino, en el que el aquel que no tiene condiciones, que no está sometido a ninguna condición pone a prueba la infinitud de su conocimiento, la infinitud de su poder y la infinitud de su dicha en medio de toda condición. Pero la evolución desde el punto de vista de todo ser, con su conocimiento, poder y capacidad limitados para disfrutar la dicha, para disfrutar la felicidad, es una aventura,  es una epopeya en la que el descanso y la lucha, la alegría y el dolor, y el amor y el odio se alternan hasta que, en el hombre perfecto, el hombre perfeccionado, Dios equilibra los pares de opuestos y logra la trascendencia de la dualidad.

Entonces la criatura y el Creador se reconocen como Uno, se establece lo inmutable en medio del cambio, y se experimenta la eternidad en el medio del tiempo. Dios se conoce como Dios, inmutable en esencia, infinito en la manifestación, experimentando siempre la suprema felicidad de la realización del Ser en un conocimiento continuamente nuevo en Sí Mismo por Sí Mismo. Esta Realización debe tener lugar, y ciertamente lo tiene solo en medio de la vida, pues la limitación sólo puede experimentarse y trascenderse en medio de la vida, pudiendo disfrutar la posterior libertad respecto de la atadura, respecto de la limitación. Esta libertad respecto de la limitación asume tres formas.

En su mayoría, las almas que realizaron a Dios abandonan el cuerpo al instante y para siempre, y permanecen eternamente fundidas en el aspecto inmanifiesto de Dios. Sólo son conscientes de la felicidad  de la Unión. La creación no existe más para ellas. Su constante ronda de nacimientos y muertes tocó a su fin. Esto se conoce como Mukti, o Liberación.

Algunas almas que realizaron a Dios retienen el cuerpo por un tiempo, pero su consciencia se funde por completo en el aspecto inmanifiesto de Dios y, por lo tanto, no son conscientes de sus cuerpos ni de la creación. Experimentan constantemente la felicidad, el poder y el conocimiento infinitos de Dios, pero no pueden usarlos conscientemente en la creación ni ayudar a los demás a que alcancen la Liberación. No obstante, su presencia en la Tierra es un foco para que el poder, el conocimiento y la dicha infinitas de Dios se concentren e irradien, y quienes se acercan a ellos, los sirven y los reverencian se benefician espiritualmente con su contacto. Estas almas se llaman Majzubs-e-Kamil, y este tipo especial de Liberación se llama Videh Mukti, o liberación con el cuerpo.

Unas pocas almas que realizaron a Dios conservan el cuerpo, pero son conscientes de sí mismas como Dios en sus aspectos no manifiesto y manifiesto. Se conocen tanto como inmutable Esencia divina y como su manifestación infinitamente variada. Se experimentan como Dios aparte de la creación; como Dios Creador, Conservador y Destructor de toda la creación; y como Dios que ha aceptado y trascendido las limitaciones de la creación. Estas almas experimentan constantemente la paz absoluta y el conocimiento, el poder y la dicha infinitos de Dios. Disfrutan al máximo el juego divino de la creación. Se conocen como Dios en todas las cosas; por lo tanto, son capaces de ayudar espiritualmente a todas las cosas y, de esta manera, ayudan a otras almas a realizar a Dios, como Majzubs-e-Kamil, Paramhansas o Jivanmuktas, o incluso como Sadgurus, que es su propia denominación.

En el mundo y en todas las épocas hay cincuenta y seis almas que realizaron a Dios. En cuanto a la consciencia son siempre Una. Difieren simplemente  en cuanto a función. En su mayoría viven y trabajan independientemente del público en general, sin que el público los conozca, pero cinco de ellas, que en un sentido actúan como un cuerpo rector, trabajan siempre en público y llegan a ser públicamente eminentes e importantes. Se las conoce como Sadgurus, o Maestros Perfectos. Durante los períodos Avatáricos, el Avatar, como el Sadguru Supremo, ocupa su lugar como jefe de este cuerpo y de la jerarquía espiritual en su conjunto.

Los períodos Avatáricos asemejan la primavera de la creación. Ponen en circulación un nuevo poder, un nuevo despertar de la consciencia y una nueva experiencia de vida, no sólo para unos pocos sino para todos. Cualidades de energía y percepción que habían sido usadas y disfrutadas solamente por unas pocas almas avanzadas son puestas a disposición de toda la humanidad. En su conjunto, la vida asciende a un nivel superior de consciencia y se adecua a un nuevo ritmo de energía. Un paso fue la transición de la sensación a la razón, y el otro será de la razón a la intuición.

Este nuevo influjo del impulso creativo se manifiesta por medio de una personalidad divina, una encarnación de Dios en un sentido especial: el Avatar. El Avatar fue la primera alma individual surgida del proceso evolutivo e involutivo como Sadguru, y Él es el único Avatar que se manifestó siempre y se manifestará siempre. Por medio de Él, Dios primeramente completó la travesía desde la divinidad inconsciente hasta la divinidad consciente, y primero inconscientemente se volvio hombre a fin de llegar a ser Dios conscientemente. Por medio de Él, Dios se hace hombre conscientemente, en forma periódica, para la liberación de toda  la humanidad.

El Avatar aparece en diferentes formas, con diferentes nombres, en diferentes épocas y en diferentes partes del mundo. Puesto que su aparición coincide siempre con la regeneración espiritual del hombre, el período inmediatamente precedente a su manifestación es siempre aquél en el que la humanidad sufre los agudos dolores de un próximo renacer. El hombre parece estar más esclavizado que nunca por el deseo, más impulsado que nunca por la codicia, más dominado que nunca por el miedo, el temor, y más azotado que nunca por la ira. Los fuertes dominan a los débiles, los ricos oprimen a los pobres, y la muchedumbre es explotada para beneficio de los pocos que ejercen el poder. Sin hallar paz ni descanso, el individuo procura olvidarse buscando mayores estímulos. La inmoralidad va en aumento, prospera el crimen,  la delincuencia y la religión es ridiculizada. La corrupción se extiende por toda la sociedad organizada. Se despierta y fomenta el odio entre clases sociales y entre las naciones. Estallan guerras. La humanidad desespera. Parece no haber posibilidad de contener la marea de destrucción.

El Avatar aparece en este momento. Puesto que Él es la total manifestación de Dios en forma humana, es como una regla con la que el hombre puede medir lo que es y lo que puede llegar a ser. Ajusta el estándar de los valores humanos, los reajusta interpretándolos en función de una vida divinamente humana.

Le interesa todo, pero nada le preocupa. La más leve desgracia puede suscitar su compasión; la tragedia más enorme no lo acongojará. Se encuentra más allá de las alternancias del dolor y del placer, del deseo y la satisfacción, del descanso y de la lucha, y de la vida y de la muerte. Todas estas cosas son, por igual, ilusiones que Él trascendió pero que atan a los demás, y de las que Él vino a liberarlos. Él utiliza toda circunstancia como un medio para conducir a los demás hacia la Realización.

El sabe que los individuos no cesan de existir cuando mueren y, por lo tanto, la muerte no le preocupa. Sabe que la destrucción debe preceder a la construcción, que la paz y la dicha nacen del dolor, nacen del sufrimiento, y que la liberación respecto de las ataduras de la acción es resultado de la lucha. Lo único que le concierne es aquello de lo cual se ocupa.

Despierta, en quienes toman contacto con Él, un amor que consume todos los deseos egoístas en la llama de un único deseo: servirle. Quienes le consagran la vida gradualmente se identifican con Él en cuanto a su consciencia. La humanidad de esos seres se absorbe poco a poco en la divinidad de Él, y se liberan. A quienes están más cerca de Él se los conoce como su Círculo.

Cada Sadguru tiene un Círculo íntimo de doce discípulos que, al llegar a realizarse, se igualan al Sadguru mismo, aunque sean diferentes de él en cuanto a función y autoridad. El Avatar tiene, durante los períodos Avatáricos, un Círculo de diez Círculos concéntricos que totalizan ciento veinte discípulos, todos los cuales eventualmente experimentan la Realización y trabajan para liberar a los demás. El Avatar y sus discípulos trabajan no solamente para la humanidad contemporánea sino también para la posteridad. El desarrollo de la vida y la consciencia de todo el ciclo Avatárico, trazado en el mundo de la creación antes de que el Avatar tome forma, se ratifica y fija en los mundos de las formas físicas durante la vida del Avatar sobre la Tierra.

El Avatar despierta a la humanidad contemporánea para que reconozca su propia naturaleza espiritual verdadera, da liberación a quienes están preparados, y acelera la vida del espíritu en su época. Queda para la posteridad el estimulante poder de su ejemplo divinamente humano: de nobleza, por una vida vivida en forma suprema; de amor sin mezcla de deseo; de poder utilizado exclusivamente en favor de los demás; de paz no turbada por la ambición; y de conocimiento no oscurecido por la Ilusión. Él demostró que es posible vivir divinamente en pro de toda la humanidad, vivir celestialmente en la Tierra. Quienes sean suficientemente valerosos e íntegros podrán seguir ese camino cuando quieran.

Quienes están espiritualmente despiertos fueron conscientes, durante un tiempo, de que el mundo atraviesa actualmente un período como el que siempre precede a las manifestaciones Avatáricas. Incluso los hombres y mujeres que no despertaron están tomando consciencia de esto ahora. Desde la oscuridad en la que se hallan están buscando la luz; acongojados como están, anhelan consuelo; desde la lucha en la que están sumidos, rezan por la paz y la liberación.

Por ahora deberán ser pacientes. La ola de destrucción aún debe elevarse y esparcirse aún más,  todavía más. Pero cuando el hombre desee, desde lo más profundo  de su corazón algo más duradero que la riqueza y algo más real que el poder material, la ola retrocederá. Entonces vendrá la paz, vendrá la alegría y vendrá la luz.

No está muy lejos el día en que yo rompa mi silencio y dé la señal para manifestarme públicamente. Traigo el máximo tesoro que el hombre podrá recibir, un tesoro que incluirá todos los otros tesoros, que durará eternamente, y que aumenta cuando se lo comparte con los demás. Prepárense, prepárense para recibirlo.