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La Dinámica del Avance Espiritual

La Dinámica del Avance Espiritual

La Dinámica del Avance Espiritual

El dominio del cuerpo en procura de una vida más elevada

La persona mundana empieza a avanzar espiritualmente cuando cambia radicalmente de actitud por las cosas de este mundo. Las personas del mundo viven principalmente para su cuerpo físico y hasta en aquellos cuyo propósito aparentemente no se relaciona con el cuerpo de manera directa, en última instancia al poder que los motiva hay que encontrarlo en aquellos deseos que están vinculados con el cuerpo. Por ejemplo, no come para vivir, sino que vive para comer. Aún no descubrió el propósito que vaya claramente más allá del cuerpo físico, por lo que éste y sus comodidades llegan a ser el centro de todas sus actividades. Su objetivo de vida directa o indirectamente gira alrededor del cuerpo físico. Pero cuando descubre los valores en los que el alma predomina, inmediatamente el cuerpo es relegado a un segundo plano. Entonces el mantenimiento del cuerpo es utilizado  solo como un instrumento para concretar un objetivo superior, un propósito superior. Su cuerpo, que había sido un obstáculo para la verdadera vida espiritual, se convierte en un instrumento para el cual emana esta vida superior. En esta etapa, la persona atiende a las necesidades de su cuerpo sin sentirse especialmente identificada consigo misma, con ese cuerpo. Es como el conductor de un automóvil que lo llena de combustible y agua para que pueda seguir su marcha.

La búsqueda de la meta

El comienzo mismo del avance espiritual es condicionado por la búsqueda de esa meta por la que el hombre vive: la meta por la que él ama y odia inconscientemente, y por la que pasa por varias alegrías y sufrimientos. Por mucho que sienta la movilizante atracción de este destino divino, incomprensible e irresistible, puede tardar mucho tiempo antes de que llegue a la cima de la montaña de la realización de la Verdad, y el sendero está constantemente lleno de peligros, de trampas. Quienes intentan llegar a la cima de esta montaña tienen que trepar cada vez más y más alto. Y aunque la persona haya logrado escalar grandes alturas, el más leve error podría precipitarla al sitio mismo en el que empezó. El más leve error por parte de la persona. Por lo tanto, el sadak, aspirante de conocimiento, nunca está a salvo, a no ser que pueda contar con la ayuda y con la guía de un Maestro Perfecto. El Maestro Perfecto, quien conoce cada detalle del sendero espiritual, no sólo puede proteger al aspirante contra una posible caída sino también conducirlo hacia la meta de la Realización sin recaídas innecesarias.

Lo que bloquea, lo que obstaculiza el avance espiritual

El aspirante que intenta llegar a la meta carga con todos sus sanskaras, con todas sus impresiones mentales acumuladas en el pasado, las cuales permanecen momentáneamente en suspenso y sin efecto debido al intenso anhelo espiritual que él siente. Sin embargo, cuando su esfuerzo espiritual mengua, merma, los sanskaras que hasta ese momento estaban inactivos y en suspenso, cobran renovadas fuerzas y se rearman nuevamente, constituyendo formidables obstáculos en el avance espiritual del aspirante al conocimiento.

La analogía de un río

Podríamos ilustrar esto con la analogía de un río. La poderosa correntada de un río traslada desde su origen y sus riberas sedimentos en gran cantidad. Mientras el sedimento  permanece flotando en el agua, no obstaculiza la corriente del río, aunque sí puede reducir su velocidad. Pero cuando la corriente es más lenta, por ejemplo  en las llanuras y especialmente en la  desembocadura del río, esa masa de sedimentos tiende a depositarse en el lecho del río y formar así, enormes islas o deltas. Éstas islas y deltas  no sólo obstruyen la corriente, sino que a menudo también la desvían o incluso la dividen en cursos más pequeños, debilitando la fuerza del poderoso río. Sin embargo cuando viene una crecida del río, el río arrasa con todo a su paso. El río barre todos los obstáculos: árboles, arbustos, piedras, distintos objetos, distintos residuos, pero luego los va ir  acumulando y acumulando para constituir así, un estorbo muy serio para la corriente del río. De la misma manera, el camino hacia la perfección espiritual aparece a menudo bloqueado por impedimentos creados por la misma persona y que solo el Maestro es capaz de eliminar.

El egoísmo debe desaparecer

La ayuda del Maestro es muy eficaz cuando el aspirante renuncia a la vida de su ego en favor de la vida ilimitada que el Maestro representa. La completa entrega personal es muy difícil de lograr, pero la condición más esencial para avanzar espiritualmente consiste en reducir al egoísmo a su mínima expresión. El objetivo del avance espiritual no consiste tanto en las “obras” sino en una calidad de vida libre de la consciencia del ego. Esto quiere decir que no estriba en las tareas que realizamos, sino en una vida exenta de la conciencia del propio yo. Si el aspirante al conocimiento acredita muchas grandes cosas que él afirma, que le son propias, que son suyas, su ego se aferra a esos logros, y estos logros  constituyen un tremendo estorbo para la vida ilimitada, para la vida libre. Es por eso que de nada valen los ritos y las ceremonias, los actos caritativos y las buenas obras, ni aun la renuncia externa, ni las penitencias, cuando todas estas cosas están enraizadas en el ego.

El dilema

Por lo tanto, es muy necesario que el aspirante se abstenga de la idea de: “Yo hago esto, yo hago aquello”. Esto no significa que el aspirante tenga que evitar toda actividad por temor a desarrollar esta forma de ego. Puede que tenga que dedicarse a una vida activa a fin de desgastar el ego que él ya desarrolló. De manera que se encuentra en un dilema: por un lado si permanece inactivo, no hace nada para salir de la prisión de su vida “egoica”, de la vida egoísta y si se dedica a vivir activamente, afronta la posibilidad de que su ego se traslade a estas nuevas acciones.

Recorrer el sendero es como caminar por el filo de una espada

A fin de avanzar espiritualmente, el sadak, el aspirante al conocimiento, tiene que evitar estos dos extremos, pero aún así seguir viviendo en forma activa y creativa. Recorrer el sendero espiritual no es como montar un caballo que tiene su montura sino como caminar por el filo de una espada. Una vez que el jinete montó, en la práctica está en reposo, sentado más o menos cómodamente, y necesita muy poco esfuerzo, muy poca atención para avanzar. Sin embargo, recorrer el sendero espiritual exige total atención y esmero, puesto que el sendero no ofrece paradas, no ofrece lugares para que se expanda, para que crezca una vida egoísta, una vida basada en el ego. Quien ingresa en el sendero no puede detenerse ni tampoco permitirse perder su equilibrio. De manera que se parece a quien intenta caminar por el filo de una espada.

La construcción del nuevo ego al servicio del Maestro

Por un lado, para no estar inactivo, y por el otro, para no sentirse orgulloso de estar activo, es necesario que el sadak, el aspirante construya de la siguiente manera un ego provisorio y activo que esté enteramente al servicio del Maestro. Antes de comenzar cualquier cosa, el aspirante piensa que no es él quien la está haciendo sino que es el Maestro que está actuando a través de él, de él como instrumento. Después de realizar la tarea no se queda reivindicando los resultados de su acción ni disfrutándolos, sino que se libra de ellos ofrendándolos al Maestro. El aspirante al conocimiento entrena su mente de esta manera  construyendo, creando un ego nuevo que  está activo sólo provisoriamente y es capaz de convertirse en una fuente de confianza, de afecto, de entusiasmo y superación que es lo que debe expresar una verdadera acción. Este nuevo ego es inofensivo desde el punto de vista espiritual pues la vida y el ser de este ego  derivan del Maestro, quien representa a la Infinitud. Y cuando llega la hora puede ser desechado como si fuera una prenda de vestir.

Hay pues dos clases de ego: uno que sólo puede acrecentar las limitaciones del alma, y el otro que ayuda a la liberación del alma. El paso desde el ego restringente de la persona del mundo hacia la ausencia de ego, propia de la vida infinita, estriba en la construcción de un ego provisorio, de un ego provisional  generado por una lealtad intensa, ardiente con el Maestro. La construcción de este nuevo ego, enteramente al servicio del Maestro, es indispensable para la dinámica del avance espiritual.

Es imposible una transición repentina a una vida sin ego

El aspirante está acostumbrado, condicionado a vivir su vida, a saborear la vida a través del ego limitado. Por lo que no es posible y tampoco prudente un tránsito repentino inmediato de la vida de acción egoísta a la vida de acción sin el ego. Si al aspirante al conocimiento le pidieran que evitara de inmediato en forma abrupta, toda forma de consciencia egoica, de conciencia egoísta, tendría que volver a un estado de absoluta  pasividad, una pasividad negativa, sin alegría expresa. O bien, tendría que expresarse con una actividad automática, mecánica, condicionada como la de una máquina sin vida y, por lo tanto, no va a tener ninguna sensación de logro realizado. El verdadero problema consiste en que el sadak tiene que abandonar su vida, la vida del ego limitado e ingresar en una vida ilimitada sin ego, pero tampoco caer en estado de coma en el que toda la vida menguaría. Reduciría la intensidad de la vida. Este estado de coma, este estado de letargo podría aliviar temporalmente la limitación de la vida del ego, pero no podría iniciar al aspirante en la infinitud de una actividad en la que el ego no existiera.

El avance espiritual suele ser gradual

Es por esta razón que, en la mayoría de los casos, el avance espiritual tiene que ser muy gradual y a menudo tarda varias vidas. En los casos en los que una persona aparentemente dio grandes pasos en su avance espiritual, lo que hizo fue tan sólo recapitular el avance que ya realizó en vidas anteriores, o también pudo haber pasado que existió la intervención especial de un verdadero Maestro. El avance del aspirante tiene que ser gradual en los casos normales. La distancia entre la limitada vida del ego, de la vida egoísta y la ilimitada vida sin ego tiene que recorrerse en etapas. En etapas  graduales  que van transformando al ego; así la humildad reemplaza al egoísmo, una alegría constante, un estado de contentanza cada vez mayor reemplaza a los deseos que surgen, y el amor desinteresado reemplaza al interés personal, el interés por uno mismo.

El ego puesto al servicio del Maestro asegura la ayuda del Maestro

Cuando el ego está enteramente al servicio del Maestro, no sólo es espiritualmente inofensivo sino indispensable, contribuyendo directamente al avance espiritual del aspirante, porque lo acerca cada vez más al Maestro mediante una vida de servicio desinteresado y de amor. Su contacto interior constante con el Maestro lo torna particularmente dúctil a la especial ayuda que solo el Maestro puede darle. El aspirante que renuncia a la vida de un ego indómito, de un ego separado, dual para propiciar y desarrollar una vida de ofrenda personal al Maestro está trabajando, está obrando, mediante un nuevo ego, un yo subordinado como un instrumento, como canal  en las manos del Maestro. En realidad, el Maestro está trabajando por medio del aspirante. Así como un instrumento tiende a descomponerse, al romperse cuando lo estamos usando, de igual manera es probable que el aspirante falle mientras esté trabajando en el mundo. Al instrumento hay que limpiarlo, al canal hay que desobstruirlo, revisarlo, repararlo y ponerlo a punto cada tanto. Del mismo modo, al aspirante que durante su labor ha desarrollado nuevos problemas, enredos y refugios para su ego personal hay que ponerlo nuevamente  a punto para que pueda avanzar.

La necesidad de recurrir al contacto con el Maestro

El aspirante que se pone al servicio del Maestro puede compararse con una escoba mediante la cual el Maestro barre a fondo las impurezas del mundo. La escoba acumulará la suciedad del mundo, y a no ser que la limpiemos una y otra vez y la pongamos nuevamente en forma, será cada vez menos eficiente a medida que el tiempo pase. Cada vez que el aspirante va a ver al Maestro lo hace con nuevos problemas espirituales. Podría haber quedado atrapado en nuevas complicaciones relacionadas con el deseo de honor, de fama, de  riqueza o alguna  otra cosa material que atraen al ser humano. Es probable que consiga eso si lo busca, pero podría estar lejos de la meta de experimentar a Dios, en quien ha depositado su corazón.

Estos desórdenes e inconvenientes espirituales pueden ser sanados mediante la intervención activa del Maestro. Esta tarea de curar enfermedades espirituales puede ser comparada con la operación realizada por un cirujano que elimina rápidamente la causa misma que estaba minando la vitalidad, la vida del paciente. Si alguien contrae dolores, afecciones y dolencias físicas debe ir a ver al médico, y si sus trastornos son espirituales necesariamente  debe acudir al Maestro. De manera que recurrir al contacto con el Maestro es muy necesario durante todo el proceso de avance espiritual.

Cada vez que el ego revive, resucita necesita rendirse nuevamente

El Maestro ayuda al aspirante espiritual con sus propios métodos invencibles que no pueden compararse con los métodos del mundo. Si el aspirante ha de recibir esta ayuda, deberá esforzarse realmente entregándose a la divina voluntad del Maestro. El ego personal, al que el aspirante renunció cuando se entregó por primera vez al Maestro, puede volver a aparecer una y otra vez con un aspecto nuevo, incluso dentro del ego artificial, cuyo objeto es estar enteramente al servicio del Maestro, alterando su tranquilo funcionamiento. De ahí que esta nueva resurrección del ego personal limitado del aspirante necesite ser contrarrestado una y otra vez entregándose al Maestro. La serie de sucesivas resurrecciones del ego personal tiene que acompañarse con una serie de nuevos actos de entrega al Maestro.

La entrega final es la de la separación

El avance de una entrega a otra mayor es una progresión de una conquista menor hacia otra mayor. Las formas más completas de entrega representan los estados superiores de la consciencia, ya que aseguran mayor armonía entre el aspirante y el Maestro. De esta  manera  la vida infinita del Maestro puede fluir más abundantemente a través del aspirante. El avance espiritual es una sucesión de entregas, de una entrega tras otra, hasta alcanzar por completo la meta de la entrega final, donde finaliza la vida del ego dual, la vida del ego separado. La última entrega es la única entrega completa. Equivale a la unión final en la que el aspirante a la verdad se vuelve uno con el Maestro. Por lo tanto, en cierto sentido, la entrega más completa al Maestro equivale a realizar la Verdad, que es la meta última de todo avance espiritual.