Aquellos que tienen acceso inmediato a las verdades que están más allá del plano físico, aquellas verdades suprasensibles sobre la vida del alma y la reencarnación saben, porque lo perciben claramente, que lo que se denomina nacimiento es solamente una encarnación del alma individual en la esfera física. La continuidad ininterrumpida de la vida del alma que reencarna una y otra vez, está marcada por el nacimiento y la muerte, y ambos pueden compararse con puertas que existen en el flujo de la vida, cuando éste flujo avanza de un tipo de existencia a otro. Ambos son igualmente necesarios en la vida del alma, y el intervalo que ocurre entre la muerte y el nacimiento posterior en la reencarnación, es tan necesario como el intervalo que existe entre el nacimiento y la muerte, que es la vida.
Tal como ocurre con quienes consideran que la muerte es la terminación de la vida individual, de la existencia individual, de igual modo quienes consideran que el nacimiento del cuerpo es su comienzo también afrontan un conflicto entre sus falsas suposiciones y lo que la intuición racional reclama. Desde el punto de vista de la justicia individual, la distribución despareja del bien y el mal en relación con la felicidad, el desarrollo, la prosperidad parece impugnar seriamente la racionalidad y la justificación de todo el esquema, de todo el orden que tiene el universo. Ver muchas veces a la gente virtuosa sufriendo con dolor profundamente y a la persona viciosa teniendo cosas agradables y placenteras crea insuperables dificultades a quien prefiere considerar que la vida tiene por objeto cumplir un propósito eterno y divino.
A menos que haya alguna explicación más profunda, la mente humana está llena, plagada de confusiones que atormenta, que tienden a amargar la actitud de la persona frente a la vida y a fomentar un cinismo cruel, profundo. Esto es incluso peor, en muchos sentidos, que la profunda aflicción personal que la muerte pueda causar. A pesar de todo esto y contrariamente a lo que se puede pensar, la mente humana posee una tendencia innata a recuperar una fe honda e inconmovible en la coherencia, en este orden intrínseco y en el valor mismo de la vida. Excepto en los casos en que se creen resistencias artificiales, falsas, la mente humana considera aceptable las explicaciones que se adecuan a esta ley más profunda de la espiritualidad, esta ley más profunda del espíritu.
Quienes tienen acceso directo a la verdad de la reencarnación son menos aún que los que tienen acceso directo a la verdad sobre la inmortalidad del alma individualizada. Los recuerdos de todas las vidas pasadas se almacenan y conservan en el cuerpo mental del alma individual, pero no son accesibles para la consciencia ordinaria, para las personas corrientes del mundo, porque hay un velo que se ha corrido sobre ésta memoria. Cuando el alma cambia su cuerpo físico, tiene un cerebro nuevo, y su consciencia ordinaria, su consciencia normal funciona en estrecha asociación con los procesos cerebrales. En circunstancias corrientes, sólo los recuerdos de la vida actual pueden aparecer en la consciencia porque el cerebro nuevo, que se desarrolla en esta nueva encarnación, obstaculiza las experiencias reunidas mediante otros cerebros en vidas pasadas.
En muy pocos casos, a pesar de la resistencia que el cerebro ofrece, algunos recuerdos de vidas pasadas se filtran en la vida actual en forma de sueños que son totalmente inexplicables en función de la vida actual. Un individuo puede ver en sus sueños a personas a las que nunca vio en su vida actual. Suele suceder que quienes se le aparecieron en sueños fueron personas que ese individuo conoció en sus vidas pasadas. Estos sueños, no se pueden considerar como un recuerdo de vidas pasadas, cuando los sueños son de tipo corriente, ordinarios, cotidianos que tenemos. Lo que indican es que la imaginación activa durante esos sueños, fue afectada por una información tomada de vidas pasadas. El verdadero recuerdo de vidas pasadas es claro, es preciso y seguro, como el recuerdo de la vida actual. Cuando una persona tiene un recuerdo de alguna vida pasada, ya no tiene dudas de que existió en vidas anteriores junto con muchas otras personas. Así como no puede dudar de su propia vida pasada en la encarnación actual, no puede dudar de su vida en encarnaciones pasadas.
Es muy pequeño el número de personas capaces de recordar sus vidas pasadas en comparación con la gran mayoría de la humanidad que se halla tan enteramente atada al plano físico de la existencia que ni siquiera sospechan de esas realidades metafísicas, que están más allá de los sentidos físicos, ordinarios. La actividad de estos recuerdos se halla seriamente condicionada por las limitaciones del cerebro, mientras la consciencia está involucrada con el cuerpo físico y los procesos cerebrales. Cuando la consciencia se emancipa, se libera de las limitaciones que el cerebro le impone, puede recobrar y restablecer los recuerdos de vidas pasadas, todos los cuales se hallan almacenados en el cuerpo mental. Esto implica un grado de desapego y un alto grado de comprensión que sólo tienen los seres espiritualmente avanzados. El recuerdo de vidas pasadas puede sobrevenir con total claridad y certeza incluso en quienes aún están cruzando los planos internos de la consciencia pero que todavía no llegaron a ser espiritualmente perfectos.
La persona no recupera el recuerdo de vidas pasadas salvo en casos anormales y excepcionales, a no ser que sea suficientemente avanzada desde el punto de vista espiritual. Esto lo estipulan las leyes de la existencia, las cuales aseguran una evolución espiritual sin obstáculos por parte del alma individualizada. A primera vista podría parecer que la pérdida de la memoria de vidas pasadas es una pérdida total, pero esto no es así. Para casi todos los fines, el conocimiento de vidas pasadas no es necesario en absoluto para guiar el desarrollo y el progreso de la vida del espíritu. La evolución espiritual consiste en dirigir la vida bajo la luz de los valores supremos percibidos mediante la intuición, sin permitir que el pasado determine esa evolución. En muchos casos, hasta el recuerdo de la vida actual obstaculiza ciertos ajustes exigidos por las necesidades espirituales de las cambiantes situaciones de la vida. Puede decirse que el problema de la emancipación es, en un sentido, el de liberarse del pasado, el cual impronta la vida actual en el caso de quienes están atados a la rueda del nacimiento y la muerte.
La vida sería infinitamente más complicada si quien no avanzó espiritualmente cargara con el recuerdo consciente de innumerables vidas pasadas. Cualquier persona que se halle en esta situación estaría aturdida, estaría confundida ante la diversidad de escenarios, ante la gran diversidad de personas que se le representarían en sus recuerdos. Sin embargo, esta persona no tiene que enfrentarse con esta confusión, la persona está protegida contra la resurrección, contra el recuerdo de sus vidas anteriores. El individuo percibe cosas y personas en un contexto definido, en un escenario claramente definido y limitado, y el resultado de estas circunstancias es que le resulta mucho más fácil determinar sus acciones y reacciones en función al conocimiento que ha desarrollado en la vida actual.
Esto no significa que sus acciones y reacciones sean determinadas enteramente por lo que él sabe de su vida actual. Todo lo sucedido en vidas pasadas tiene también su propia parte inconsciente pero eficaz en el manejo y en la determinación de sus acciones y reacciones. A pesar de que las vidas pasadas realmente influyen, el hecho es que, puesto que el individuo está protegido para que el recuerdo consciente de sus vidas pasadas no vuelva a cobrar vida, la consciencia de la persona no está sujeta a la confusión que resultaría si el recuerdo consciente de vidas pasadas se hallara entre los datos que él tuviera que tener en cuenta con el fin de determinar sus acciones y reacciones de su vida actual.
Sólo se pueden enfrentar los recuerdos de las vidas pasadas, sin temor a caer en la confusión o a perder el equilibrio mental, cuando la persona deja de tener deseos, cuando la persona pierde la noción de lo “mío” y lo “tuyo”. Puede ocurrir que esta persona esté viendo a personas que en otro tiempo le pertenecieron a él, como pertenecientes ahora a alguien más en la vida actual. Si tuviera que continuar con sus vínculos y pretendidos derechos, atraería sobre sí mismo y sobre los demás un sinfín de complicaciones, miserias y confusiones. Por eso es preciso que el peregrino borre de su mente toda noción de posesión, si ha de estar espiritualmente preparado para soportara la influencia perturbadora que pueden provocar los recuerdos de las vidas pasadas.
Cuando un individuo está espiritualmente preparado, carece enteramente de deseos y está repleto de amor impersonal. Todos los enredos propios del ego personal han desaparecido de su mente. Ahora puede contemplar a sus antiguos amigos y enemigos con la misma ecuanimidad. Ha superado de tal manera sus propias limitaciones que para él ya no difieren, él ya no discrimina qué relaciones pertenecen a sus vidas pasadas y a su vida presente. Está libre, libre de pensar en cualquier derecho o cualquier reclamo de su parte frente a los demás, o incluso de los demás frente a él, porque ha realizado la verdad más profunda sobre la unidad de toda la existencia y sobre la ilusoriedad de los sucesos propios del mundo.
De este modo, cuando la persona está preparada espiritualmente ya no le afecta el recuerdo de vidas pasadas. Sólo entonces vale la pena que tenga acceso a ellas, pues podrá tener el juicio puro e infalible y el amor sin corrupción que le permitirán utilizar en forma sabia y acertada el nuevo conocimiento adquirido al recuperar el recuerdo de vidas pasadas. Este conocimiento pone a su disposición mucha información sobre sus propias encarnaciones y las de otras personas que estuvieron conectados con él en vidas pasadas. Esto le permite no sólo avanzar más por el sendero espiritual ajustando conscientemente el karma sino también le permite ayudar a los demás que están en el sendero caminando a la luz de sus vidas pasadas.
La evolución espiritual se acelera más después de recuperar naturalmente el recuerdo de encarnaciones pasadas. El conocimiento consciente de cómo se desarrollaron históricamente esos enredos hace más fácil desenredarse de los hilos del mundo. La evolución espiritual, principalmente inconsciente de las limitaciones del pasado, es consciente de estas limitaciones. Tanto los obstáculos como las facilidades creadas por el pasado se hallan ahora al alcance de la consciencia y, por lo tanto, se los puede manejar con mucha inteligencia y cuidado. La intuición incapaz de expresarse se complementa con datos racionales. Por lo tanto, la acción tiene menos posibilidad de error y es más potente al producir los resultados que uno desea.
Tras convertirse en seres espiritualmente perfectos, los Maestros de la sabiduría no tienen especial interés en las encarnaciones pasadas, las cuales se hallan entre los muchos hechos sin importancia de la existencia en el mundo. Si hacen uso del conocimiento acerca de las vidas pasadas de una persona, es solo para ayudarla para que avance hacia la Verdad eterna. El conocimiento que ellos tienen sobre el pasado los pone especialmente en la posición de poder brindar al peregrino la guía que éste necesita. Los pormenores del Sendero del peregrino suelen ser determinados por los episodios del pasado, por la manera con la que buscó la Verdad suprema en sus vidas pasadas, y por los obstáculos o facilidades que creó para sí mismo mediante sus acciones en vidas pasadas. Todas estas cosas ocultas para el peregrino, son claras y nítidas para percepción del Maestro, quien usa su conocimiento para acelerar el progreso espiritual del buscador de la Verdad. El Maestro conduce al peregrino desde el lugar que éste último alcanzó por medio de la experiencia y la búsqueda de varias vidas. Tanto en los asuntos espirituales como en los mundanos, el conocimiento mayor e infalible significa necesariamente economizar energía y tiempo.