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El Principio y el Fin de la Creación

El Principio y el Fin de la Creación

El Principio y el Fin de la Creación

¿De dónde y adónde?

Mientras la mente humana no experimenta directamente a la Última Realidad  tal y como es, la mente se desconcierta en cada intento por explicar el origen y el propósito de la creación. El antiguo pasado parece estar envuelto en un misterio insondable, y el futuro parece ser un libro completamente cerrado, sellado, imposible de leer. Al estar atrapada por el hechizo de Maya, la mente humana puede, en el mejor de los casos, efectuar brillantes conjeturas sobre el pasado y el futuro del universo. No puede llegar al conocimiento final sobre estos temas, ni permanecer satisfecha con su ignorancia sobre ellos. "¿De dónde?" y "¿Adónde?" son los dos interrogantes eternos y punzantes que generan una inquietud divina en la mente del ser humano.  

El principio y el fin   

La mente humana no puede reconciliarse con retroceder infinitamente en su búsqueda del origen del mundo, ni tampoco puede reconciliarse con el cambio constante sin meta alguna. La evolución es incomprensible si no tiene, si no se observa una causa inicial; y carece de toda dirección y significado si no conduce a un final. Las mismas preguntas  "¿De dónde?" y "¿Adónde?" presuponen el principio y el fin de esta creación evolutiva. El comienzo de la evolución es el principio del tiempo, y el fin de la evolución es el final  de este tiempo. La evolución tiene tanto principio como fin, porque el tiempo tiene ambos, tiene principio y tiene final. 

Mahapralaya 

Entre el comienzo y el fin de este mundo cambiante hay muchos ciclos, pero en estos ciclos y a lo largo de ellos hay una continuidad de la evolución cósmica. La terminación real del proceso evolutivo se llama Mahapralaya o la aniquilación final del mundo; cuando el mundo se convierte en lo que fue en el principio, es decir, nada. El Mahapralaya del mundo se puede comparar con el sueño de un hombre. Así como el mundo variado de la experiencia desaparece completamente para el hombre que está sumido en sueño profundo, el cosmos objetivo entero, que es la creación de Maya, se desvanece en la nada al momento del Mahapralaya. Es como si el universo nunca hubiese existido.

La realidad es atemporal y absoluta   

Incluso durante el período evolutivo, el universo en sí no es más que imaginación. De hecho, sólo hay una indivisible y eterna Realidad que no tiene principio ni final. Está más allá del tiempo. Desde el punto de vista de esta Realidad atemporal, todo el proceso del tiempo es puramente imaginario, y tanto los billones de años que han pasado como los billones de años que han de pasar, no tienen siquiera el valor de un segundo. Es como si nunca hubiesen existido. Entonces no se puede decir que el universo múltiple y evolutivo sea resultado real de esta Realidad única. Si fuese resultado de esta Realidad única, la Realidad sería un término relativo o un ser compuesto, cosa que no es. La Realidad única es absoluta.  

La realidad y la nada

La Realidad única incluye en sí a toda la existencia. Es Todo, pero tiene a la Nada como su sombra. La idea de una existencia todo-inclusiva implica que no deja nada fuera de su ser. Al analizar la idea de ser, se llega implícitamente a la idea de lo que no existe. Esta idea de la no-existencia o "Nada", ayuda a definir claramente nuestra noción de ser. Así, el aspecto complementario de Ser es No-Ser o Nada. Pero no se puede considerar que la "Nada" tenga su propia existencia separada e independiente. Es nada, nada en sí misma. Tampoco puede en sí, ser causa de algo. El universo múltiple y evolutivo no puede ser consecuencia de la "Nada" por sí misma, y ya se ha visto que tampoco puede ser producto de la Realidad única. Entonces, ¿cómo surge el universo múltiple y evolutivo?

La realidad y el universo

El universo múltiple y evolutivo surge de la mezcla de la Realidad única y la "Nada". Brota de la "Nada" cuando esta "Nada" se toma con la Realidad única como trasfondo. Pero esto no significa que el universo es resultado parcial de la Realidad única, o que tiene algún elemento de Realidad. Siendo resultado de la "Nada", no es nada. Sólo aparenta tener existencia. Su aparente existencia se debe a la Realidad única que está, por decirlo así, detrás de la "Nada". Cuando la "Nada" se agrega a la Realidad única, el resultado es el universo múltiple y evolutivo. La Realidad única, que es infinita y absoluta, por consiguiente, no sufre modificación alguna. Es absoluta y, como tal, enteramente inalterada por cualquier suma o cualquier resta. La Realidad única sigue siendo lo que fue, completa y absoluta en sí misma, desapegada y sin conexión con el panorama de la creación que brota de la "Nada". La "Nada" se puede comparar con el valor del "cero" en matemáticas. En sí mismo no tiene ningún valor positivo, pero cuando se añade a otro número, origina la multiplicidad. De la misma manera, el universo múltiple y evolutivo surge de la "Nada" cuando se combina con la Realidad única.

La división imaginada entre el ser y su entorno conduce a la dualidad en evolución

Todo el proceso evolutivo está dentro del dominio de la imaginación. Cuando en la imaginación, el océano único de la Realidad aparenta perturbarse, surge el mundo múltiple de centros de consciencia separados. Esto implica la división básica de la vida en el yo y el no-yo, o el "ser" y su entorno. Debido a la falsedad y al estado incompleto de este ser limitado, que sólo es una parte imaginaria de una totalidad realmente indivisible, la consciencia no puede permanecer satisfecha identificándose eternamente con él. Así, la consciencia queda atrapada en una inquietud incesante, que la obliga a intentar identificarse con el no-yo. Esa porción del no-yo o del entorno, con la cual la consciencia logra identificarse, se afilia con el ser en forma de "lo mío"; y esa porción del no-yo, con la que no logra identificarse, se convierte en el entorno irreductible, que inevitablemente crea un límite y una oposición al ser. Así, la consciencia no llega al término de su dualidad limitante, sino a su transformación. Mientras la consciencia esté sujeta al funcionamiento de una imaginación plena de vicios, no podrá poner fin a esta dualidad exitosamente, y cualquier variedad de intentos que haga para asimilar al no-yo, osea asimilar al entorno, resultará sólo en el reemplazo de la dualidad inicial por otras innumerables formas nuevas de la misma dualidad. La aceptación y el rechazo de ciertas porciones del entorno se expresan, respectivamente, como "desear" y "no desear", dando origen así a los opuestos de placer y de dolor, del bien y del mal, etc. Pero ni la aceptación ni el rechazo pueden conducir a la libertad frente a la dualidad, y por eso la consciencia se ve involucrada en una oscilación incesante de un opuesto al otro. El proceso entero de la evolución del individuo se caracteriza por esta oscilación entre los opuestos.

El riguroso determinismo de los sanskaras

La evolución del individuo limitado se determina completamente por los sanskaras que ha acumulado a través de las eras, y aunque todo es parte de la imaginación, el determinismo es riguroso y automático. Cada acción y cada experiencia, por efímera que sea, deja tras de sí una impresión en el cuerpo mental. Esta impresión es una modificación objetiva del cuerpo mental; y como el cuerpo mental sigue siendo el mismo a lo largo de varias vidas, las impresiones acumuladas por el individuo también pueden persistir a lo largo de varias vidas. Cuando los sanskaras así acumulados comienzan a expresarse (en vez de reposar latentes en el cuerpo mental), se experimentan como deseos; es decir, se perciben como subjetivos, como una vibración subjetiva. Lo objetivo y lo subjetivo son los dos aspectos de los sanskaras: el primero es un estado pasivo de latencia y el segundo es un estado activo de manifestación. 

Durante la fase activa, los sanskaras acumulados determinan cada experiencia y cada acción del ser limitado. Así como deben rodar varios metros de película en el cine para mostrar una breve acción en la pantalla, son muchos los sanskaras a menudo que se involucran para determinar una sola acción del ser limitado. Los sanskaras se gastan mediante su expresión y mediante su realización en la experiencia. Los sanskaras débiles se gastan mentalmente,  aquellos que son menos débiles se gastan a través del cuerpo sutil en forma de deseos y experiencia imaginativa, y los sanskaras potentes se gastan físicamente al expresarse en acción corporal.

Aunque el desgaste de sanskaras es continuo, esto no significa quedar libre de sanskaras, porque nuevos sanskaras inevitablemente se están creando, no sólo a través de nuevas acciones, sino incluso por medio del proceso mismo del desgaste. Así, la carga de sanskaras va en aumento y el individuo se ve impotente ante el problema de deshacerse de la carga. 

Equilibrio mediante lo opuesto

Los sanskaras depositados por acciones y por experiencias específicas, regresan a la mente susceptible a  diferentes acciones y experiencias similares; pero después de alcanzar cierto punto, esta tendencia se detiene y se contrarresta por una reacción natural, que consiste en un cambio completo hacia su opuesto directo, permitiendo la operación de estos sanskaras opuestos. 

Con mucha frecuencia los dos opuestos forman parte de una misma cadena de imaginación. Por ejemplo, una persona puede primero experimentar que es un escritor famoso, con riqueza, fama, esposa y todas las cosas agradables de la vida, y más tarde en la misma vida, puede experimentar que ha perdido su riqueza, su fama, su esposa y todas las cosas agradables de la vida. A veces puede parecer que una cadena de imaginación no contiene ambos opuestos. Podríamos ejemplificarlo a través de una persona que puede experimentar  a lo largo de la vida que es un rey, un rey  poderoso, siempre victorioso en las batallas. En este caso, tiene que equilibrar esta experiencia con la experiencia de derrotas o sucesos similares en la próxima vida, requiriendo así una vida más para completar su cadena de imaginación. La compulsión puramente psicológica de los sanskaras, está sujeta de este modo a la necesidad teleológica más profunda del alma.

El ejemplo

Supongamos que un hombre ha asesinado a alguien en esta vida. Esto genera, esto deposita  los sanskaras de haber asesinado en su cuerpo mental. Si la consciencia se determinara solo por esta tendencia inicial creada por estos sanskaras, el hombre seguiría asesinando una y otra vez ad infinitum, tomando cada vez más impulso por subsecuentes actos del mismo tipo. No habría escape de este determinismo recurrente, si no fuera por el hecho de que la lógica de la experiencia le proporciona el contrapeso necesario. La persona pronto se da cuenta de lo incompleto de la experiencia de un opuesto e inconscientemente busca restaurar el equilibrio perdido, pasando al opuesto complementario. Así, la persona que ha tenido la experiencia de matar, desarrolla la necesidad psicológica y la susceptibilidad deser asesinada. Al matar a otra persona, sólo ha apreciado una porción de la situación total en la que fue partícipe, específicamente, la de matar. La mitad complementaria de la situación total, es decir, el rol de ser asesinada, sigue siendo para ella un dato no comprendido y ajeno, que no obstante, se ha introducido en su experiencia. Surge así la necesidad de completar la experiencia al atraer lo opuesto de lo que se ha experimentado personalmente, entonces la consciencia tiene la tendencia de satisfacer esta nueva y apremiante necesidad. La persona que ha matado, pronto desarrollará una tendencia a ser asesinada, a fin de cubrir la situación entera por experiencia personal. 

La pregunta que aflora aquí es: "¿quién aparecerá para matarla en la próxima vida?" Puede ser la misma persona que fue asesinada en la vida anterior, o puede ser alguna otra persona con sanskaras similares. Como resultado de la acción e interacción entre individuos, se originan vínculos o lazos sanskáricos; y cuando el individuo toma un nuevo cuerpo físico, puede ser entre quienes tienen los lazos sanskáricos previos con él o entre quienes tienen sanskaras similares. Pero el ajuste de la vida es tal, que posibilita el libre juego de la dualidad evolutiva. 

Mediante los opuestos al más allá de los opuestos 

La mente humana, a semejanza de la lanzadera de un telar, se desplaza entre dos extremos, desarrollando la urdimbre y trama de la tela de la vida. El desarrollo de la vida psíquica se representa mejor como un recorrido en zigzag, que como una línea recta. Tomemos la función de las dos riberas de un río. Si no hubiera riberas, las aguas de los ríos se dispersarían, imposibilitando que el río alcanzara su destino. Del mismo modo, la fuerza vital se disiparía en formas interminables e innumerables si no estuviera confinada entre los dos polos de los opuestos.  Es mejor no contemplar estas riberas del río de la vida como dos líneas paralelas, sino como dos líneas convergentes que se juntan en el punto de la liberación. El grado de oscilación sigue disminuyendo conforme el individuo se acerca al objetivo, y desaparece completamente al lograrlo. Es como el movimiento de un muñeco que tiene su centro de gravedad en la base, lo que resulta en una tendencia gradual a estabilizarse y quedar en postura sedente. Si se agita, oscila de lado a lado por algún tiempo, pero cada movimiento cubre una distancia menor, para que  finalmente el muñeco se quede en quietud. En el caso de la evolución cósmica, este aquietamiento de la alternancia entre los opuestos significa Mahapralaya, y en la evolución espiritual del individuo significa Liberación

Planos de consciencia

Sin embargo, el paso de la dualidad a la no-dualidad es sólo una cuestión de diferencia en el estado de consciencia. Como las dos son cualitativamente diferentes, la diferencia entre ambas es infinita. La primera es un estado de no-Dios y la segunda es el estado de Dios. Esta diferencia infinita constituye el abismo entre el sexto plano de consciencia y el séptimo plano de consciencia. Los seis planos inferiores de consciencia también están separados por una especie de valle o de distancia. Sin embargo, aunque la diferencia entre ellos es grande, no es infinita porque todos están igualmente sujetos a la bipolaridad de la experiencia limitada, que consiste en la alternancia entre los opuestos. La diferencia entre el primer plano y el segundo, entre el segundo plano y el tercero, y así sucesivamente hasta el sexto plano, es grande pero no infinita. Por consiguiente, estrictamente hablando no se puede decir que alguno de los seis planos de la dualidad esté realmente más cerca del séptimo plano que cualquier otro. La diferencia entre cualquiera de los seis planos y el séptimo plano es infinita, tal y como la diferencia entre el sexto plano y el séptimo es infinita. El progreso a través de los seis planos es un progreso en la imaginación, pero la realización del séptimo plano es el cese de la imaginación, y por lo tanto, el despertar del individuo a la consciencia de la Verdad.

Progreso a través de los planos

El progreso ilusorio a través de los planos, sin embargo, no se puede evitar del todo. La imaginación tiene que agotarse completamente antes de que una persona pueda realizar la Verdad. Cuando el discípulo tiene un Maestro, tiene que atravesar todos los seis planos. El Maestro puede llevar a su discípulo a través de los planos, ya sea con los ojos abiertos o bajo un velo. Si lleva al discípulo encubierto y no es consciente de los planos que cruza, los deseos persisten hasta el séptimo plano; pero si lo lleva con los ojos abiertos y es consciente de los planos que cruza, no quedan más deseos en el quinto plano ni después. Si el Maestro viene a trabajar, a menudo opta por llevar a sus discípulos encubiertos, pues es probable que puedan ayudar más activamente en Su trabajo si los lleva bajo un velo, que si lo hace con los ojos abiertos. 

Durante el recorrido, el cruce de los planos se caracteriza por el desenrollamiento de sanskaras. Este proceso de desenrollamiento se debe distinguir cuidadosamente del proceso de desgaste. En el proceso de desgaste, los sanskaras se dinamizan y se transforman en acción o se transforman en experiencia. Esto no conduce a la liberación final de los sanskaras, pues la incesante y nueva acumulación de sanskaras,  no hace  más que sustituir a los sanskaras que se desgastan, y el desgaste mismo es responsable de crear más sanskaras. Sin embargo, en el proceso de desenrollamiento de los sanskaras,  los sanskaras se debilitan y aniquilan por la llama del anhelo por el Infinito. 

Anhelar el Infinito puede ser causa de mucho sufrimiento espiritual. No hay comparación entre la agudeza del sufrimiento común y la intensidad del sufrimiento espiritual que la persona tiene que experimentar al cruzar los planos. El primero es el efecto de los sanskaras y el segundo es el efecto de su desenrollamiento. Cuando el sufrimiento físico alcanza su clímax, la persona queda inconsciente, obteniendo así alivio con esta inconsciencia, pero no hay tal alivio automático del sufrimiento espiritual. Sin embargo, el sufrimiento espiritual no se vuelve tedioso porque también se entremezcla con una especie de placer. 

El anhelo por el Infinito se acentúa y se agudiza hasta llegar a su clímax, y después empieza a enfriarse gradualmente. Mientras se produce este enfriamiento, la consciencia no renuncia por completo al anhelo por el Infinito, sino que sigue aferrada a su objetivo, al objetivo  de realizar el Infinito. Este estado de anhelo, atemperado pero latente, precede a la realización del Infinito. En esta etapa ha sido el instrumento para aniquilar a  todos los demás deseos, y está listo en sí para ser saciado por la insondable quietud del Infinito.

La paz de la realización

Antes de que el anhelo por el Infinito se cumpla mediante la realización del Infinito, la consciencia debe pasar del sexto plano al séptimo plano. Debe pasar de la dualidad a la no-dualidad. En vez de vagar en la imaginación, debe llegar al fin de la imaginación. El Maestro comprende la sola Realidad como la única Realidad y la "Nada" como la sombra, solo como la sombra de la Realidad. Para él, el tiempo ha sido devorado por la eternidad. Como él ha realizado el aspecto atemporal de la Realidad, está más allá del tiempo y contiene en su ser, tanto el principio como el final de los tiempos. Permanece inconmovible ante el proceso temporal que consiste en la acción e interacción de los muchos. El hombre ordinario no conoce el principio ni el final de la creación. Por esto y por estar atrapado en el tiempo, se abruma por la marcha de eventos que cobran demasiada importancia por falta de una perspectiva adecuada. Aprecia todo en términos de la posible realización o no realización de sus sanskaras. Por consiguiente, se perturba profundamente por los acontecimientos de este mundo. Todo el universo objetivo le parece una limitación no deseada que ha de superar o que ha de  tolerar.

El Maestro, por otro lado, está libre de la dualidad. Está libre de los sanskaras característicos de la dualidad. Está libre de toda limitación. La tormenta y tensión del universo no afectan a su ser. Todo el bullicio del mundo, con sus procesos constructivos y destructivos, no puede tener importancia especial para él, ya que ha entrado al santuario de la Verdad, que es lamorada de ese significado eterno que sólo se refleja parcial y débilmente en los valores efímeros de la creación. Comprende dentro de su ser toda existencia y contempla el drama entero de la manifestación sólo como un juego.