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Los primeros años

Los primeros años

Los primeros años

Durante los primeros años, no mucho antes de dejar a Upasni Maharaj, Meher Baba acostumbraba a trabajar en el negocio de su padre. En la vereda, fuera del negocio, vivía un anciano adicto al opio. Esa vereda era su hogar.

 Dormía allí durante el día y luego, al ponerse el sol, se despertaba. Durante la noche era como un sereno de los negocios y, cuando amanecía, iba de un negocio a otro para despertar a los comerciantes para las plegarias matutinas. Ellos le daban té y un poco de dinero. Era así como se ganaba el sustento.

Con el dinero que ganaba compraba opio, cuyo efecto era tal que dormía el resto del día. Pero dormía parado. Se quedaba dormido estando de pie y, al dormir, se inclinaba poco a poco, cada vez más hasta que se encorvaba. Dormía así todo el día. Luego, despertaba al caer la tarde y se enderezaba lentamente.

Ahora bien, el anciano tenía fe en Merwan (como en ese entonces llamaban a Meher Baba). Un día el anciano se acercó a él y le dijo: 

–Merwan, tengo algunos ahorros. Me gustaría que lo guardaras para mi funeral. No confío en nadie más, pero sé que tú te encargarás de mi cuerpo. De lo contrario, cuando yo me muera aquí parado en la vereda, me arrastrarán como a un perro y me tirarán por ahí. Me gustaría un funeral decente y, por eso, guarda este dinero y encárgate de él por mí.

Merwan le tenía afecto a este hombre que era bueno a pesar de su debilidad de ser adicto al opio, y entonces estuvo de acuerdo con lo que el anciano le pidió.

Cuando el anciano murió, Baba cumplió su palabra. Se encargó del funeral y lo hizo a lo grande. Invitó a todos los que pudo y contrató muchas bandas diferentes: charangas, bandas indias, bailarines y artistas. La procesión fue enorme, con música, baile, alboroto y alegría. En la ciudad pensaron que festejaban un casamiento y no que era una procesión fúnebre, tan espléndidos eran los arreglos. En la ciudad no se habló de otra cosa durante días.

Así fue cómo Baba, el Dios-hecho-Hombre, cumplió lo que le había prometido al anciano adicto al opio y le organizó la despedida fúnebre propia de un rey. Pero en esa época nadie sabía que Baba era el Dios-hecho-Hombre; él era para ellos solamente Merwan Seth, un próspero comerciante que ayudaba a su padre en la ancianidad.

Esto me hace acordar de otra historia de los primeros años de Baba, y es una que él contó personalmente. En 1956, cuando Baba estaba en Myrtle Beach, un día había una gran reunión en el Cobertizo. No recuerdo exactamente lo que se estaba discutiendo, pero probablemente tenía que ver con el carácter de la ilusión, pues sé que para ilustrar el carácter ilusorio del cielo y del infierno, Baba contó la siguiente anécdota.

Dijo que un día, cuando era jovencito, vio que varios hombres se acercaban por la vereda evidentemente ebrios. Uno de ellos estaba comentando con entusiasmo y en voz alta que en ese momento estaba en el cielo. Se sentía tan bien que estaba en el cielo.

Mientras caminaban se acercaron a un charquito que les bloqueaba el paso. Pero como estaban ebrios, ese charco tenía para ellos las dimensiones de un obstáculo enorme. Se detuvieron y examinaron esa aparentemente interminable extensión de agua. Después de deliberar mucho, quien había declarado que estaba en el cielo decidió saltar sobre el agua. Pensando que tenía que saltar una considerable distancia, dio un salto enorme. Voló sobre el charco con facilidad, pero, al aterrizar, se fracturó un tobillo. Entonces, ahí tirado, agarrándose el pie y gimiendo de dolor, gritaba: “¡Ay, estoy en el infierno! Estoy en el infierno”.

Por supuesto, el hombre nunca estuvo en el cielo ni en el infierno. Solamente su estado de ebriedad fue el que le hizo pensar eso. Pero recuerdo a Baba utilizando ese episodio de su juventud para explicar esa cuestión años más tarde mientras se hallaba en los Estados Unidos.


Palacios en el cielo
Un beneficiario