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Moras

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Moras

Ustedes me han oído decir muy a menudo: “No traten de sondearlo, no traten de comprender sus maneras; recuérdenlo y solamente ámenlo”. ¿Por qué es esto? ¿Por qué debería ser así? Dejemos de lado por un momento cuanto sea espiritual, olvidémonos de lo místico y miremos solamente su aspecto práctico.

¿Qué es el Avatar? El Avatar es Dios en forma humana, es el Dios-hecho-Hombre. Entonces consideremos primero el aspecto humano. Hay muchísimas psicologías, y muchísimas ideas diferentes sobre por qué las personas actúan de la manera que actúan, lo cual hace que sea imposible que alguien diga: “Sí, lo entiendo todo”. Tenemos personas que vienen aquí para practicar terapias de las que nunca oímos hablar. Yo les digo: “¿Qué es eso?”. Y ellos me dicen: “Yo soy psicólogo”, y entonces me hablan de un largo título. Y yo les digo: “¿Qué es eso?”, y me explican que es una rama de la psicología que ellos practican.

Todo eso es ininteligible para mí. Ahora bien, no me interpreten mal, no les estoy diciendo que estas terapias no sirvan. No estoy hablando de nada de eso, se trata de una cosa completamente diferente. Lo único que estoy diciendo es que hoy existen muchísimas psicologías diferentes. ¿Y por qué? Porque es imposible comprender lo que hace que un hombre actúe de la manera que lo hace. Entonces parece que cada día aparece alguien con una nueva explicación, con una nueva manera de comprender al hombre, y fíjense que se trata solamente del hombre. Ni siquiera hemos llegado a hablar de la parte Divina de Dios-hecho-Hombre.

Y Baba es ambos. Es el Señor de los Señores, y el Hombre entre los hombres. ¿Entonces cómo podemos comprenderlo? Evidentemente no podemos comprender a Dios, y no podemos comprender al hombre; entonces ¿cómo esperamos comprender a Quien es ambos simultáneamente? Está claro que esto es imposible.

Pero yo les puedo dar un ejemplo de cómo Baba demostró su Humanidad Divina en diferentes situaciones. Cómo, en un caso como Hombre entre los hombres, Baba dio un ejemplo de cómo los hombres deberían comportarse unos con otros, y en otro caso, como Señor de los Señores, Baba dio una pauta sobre cómo el hombre debería relacionarse con Dios. ¿Les gustaría escuchar esos dos casos?

El primer episodio sucedió en Hamirpur. Ya les he contado anteriormente lo que pareció cuando Baba fue allá por primera vez y cómo las muchedumbres ardían con el fuego de su amor. No me extenderé ahora en eso. Esta anécdota se refiere a algo diferente. No trata sobre las muchedumbres y su espontánea adoración y reverencia a Baba como Dios en forma humana, sino que concierne a quienes estaban viajando con Baba: a sus mándalis. Creo que estábamos en Inghota, pero no importa si estábamos en Inghota, Icchaura o Nauranga. En todos los lugares a los que íbamos la gente se desvivía por Baba.

Nuestros anfitriones hacían todo lo que podían para poner sus casas a disposición de Baba. Uno tenía la sensación de que bastaba una sola palabra de Baba para que sus nuevos amantes se lanzaran a una hoguera por él. Esa era la impresión que teníamos: ellos podrían hacer cualquier cosa por Baba. Digo esto porque tiene alguna relación con la anécdota. Es importante que ustedes comprendan estos antecedentes para que puedan apreciar lo minucioso que era Baba.

De modo que donde nosotros estábamos había una morera. Era un “borr”, no sé cómo lo llaman en Estados Unidos, o incluso si tienen esas clases de árboles. Los frutos son algo así como las cerezas. Y era en esa estación, en noviembre, cuando el árbol está lleno de moras. No sólo estaba lleno ese árbol, sino que también el suelo estaba cubierto de moras porque estaban tan maduras que estaban cayendo del árbol. Ahora bien, Gustadji estaba con nosotros, y al caminar junto al árbol, recogió una mora del suelo y se la comió, y los otros mándalis que estaban con él hicieron lo mismo.

Vean ahora lo divertido del caso. Baba llegó a enterarse de esto. Y no le gustó; en realidad se enojó muchísimo. 

–¿Qué están haciendo todos ustedes? –les preguntó.

–Baba –replicaron los mándalis–, sólo estábamos comiendo unas moras que habían caído.

–¿Tienen permiso para comer esas moras?

–Pero Baba, habían caído al suelo y nos limitamos a recogerlas.

–Primeramente, ustedes deberían haber preguntado –insistió Baba–. ¿Quién es el dueño de este árbol?

El dueño resultó ser nuestro anfitrión, y entonces Baba dijo que lo llamaran. Y dispuso que todos los mándalis con nuestro anfitrión y su familia entraran en la sala con él, y, con echar un vistazo, era evidente que Baba no los había reunido a todos para hablarles dulcemente sobre el amor. Por el contrario, Baba estaba enojado.

Y empezó a reprender a Gustadji por robar esas moras. Cuando el anfitrión oyó eso, se alteró muchísimo y trató de apaciguar a Baba. Le dijo: “Baba, yo soy tuyo. Esta casa es tuya, e incluso la morera es tuya. Los mándalis son también tuyos. Entonces, las moras que comieron te pertenecen a ti, no a mí”. Y lo que el anfitrión estaba diciendo era verdad. Eso era lo que todos habíamos pensado: que él se desvivía por Baba.

Pero esta respuesta no pareció contentar a Baba, aunque la había dicho muy amablemente. Baba continuó diciendo: “Sí, toda la Creación es mía, pero las leyes del mundo deben ser acatadas. En el mundo no es correcto que, sin permiso del dueño, tomen algo que no les pertenezca. Esto es así en el mundo. Y esto se aplica aún más para quienes están viviendo conmigo. Ellos no deben pensar que se hallan por encima de esas leyes”.

Esta era la cuestión que Baba estaba tratando de hacernos comprender cabalmente. Ya les he dicho cuán exigente era Baba sobre cualquier dinero que se recaudara en su nombre. Una vez llegó a decir que por cada monedita que recaudáramos indebidamente en su nombre, tendríamos que nacer un millón de veces. Baba era muy exigente para que quienes vivíamos con él cumpliéramos muy minuciosamente esas cosas. Sí, es verdad que el hecho de estar con Baba nos daba una sensación de que el mundo no importaba, que estábamos con el Emperador, así que ¿qué valor tenía lo que reyes o presidentes pensaran? Así era la cosa, no nos importaba lo que el mundo pensaba, pero Baba nos instruía muy cuidadosamente sobre lo que hacíamos en el mundo. Y esta era una oportunidad para que Baba nos recalcara esto una vez más a todos nosotros. Y, por supuesto, no solamente a nosotros, sino también al anfitrión y a su familia, y a todos los nuevos amantes de Hamirpur. Baba les estaba enseñando indirectamente que, aunque el entusiasmo, el celo y el amor de ellos fuera muy grande, sin embargo, debían aprender que no los excusaba de obedecer las normas del mundo.

Entonces, cuando Baba dijo todo eso, hubo un silencio tremendo en la sala. Y luego hizo algo sumamente inesperado y conmovedor. Se puso de pie, juntó sus manos y pidió perdón al anfitrión en nombre de sus mándalis. Vean cuán perfecto es Baba como hombre. No sólo nos dijo lo que deberíamos hacer y cómo deberíamos comportarnos, sino que asumió nuestras faltas y pidió perdón. Y esta no fue solamente una demostración para provecho nuestro. Baba lo hizo de tal manera que todos percibimos allí la absoluta sinceridad de Baba, su humildad. A eso me refiero cuando digo que Baba fue un Hombre entre los hombres. Y como tal demostró, a todos los que aspiramos a llegar un día a ser hombres, cómo deberíamos actuar.

Este es un aspecto de la cuestión. Eso sucedió en el norte. Veamos ahora el otro aspecto. Este particular episodio sucedió sólo algunas semanas después, hacia el sur, en Andhra. Una vez más nuestro anfitrión se desvivía totalmente por nosotros. Y no solamente por nosotros. También estaba dando de comer a los pobres de la comunidad. Era un hombre rico, pertenecía a la élite de la sociedad y le alegraba poder hacer eso. Solamente Baba sabe qué hay dentro del corazón de otro, pero parece que en ese hecho de dar de comer a los pobres había cierto orgullo. No digo esto solamente por sentido común –después de todo, es propio de la naturaleza humana sentir un poco de orgullo y de autosatisfacción por dar de comer a muchas personas o de hacer esa buena acción– sino también por lo que trascendió a continuación.

Este hombre era el anfitrión de Baba. Y sucedió que había un río, un ancho río que corría a lo largo del pueblo. Este hombre solía manejar lanchas de una ribera a la otra para trasladar a la gente. Y puso aquellas lanchas a disposición de Baba. Había una lancha para Baba y los pocos que estaban con él, y luego había otras dos para el resto de los mándalis.

Lo dispuesto funcionó muy bien. El año anterior… ¿fue un año antes o un poco más? Sí, nuestra primera visita fue en 1953, y esta fue en 1954. No recuerdo la fecha exacta, pero sé que celebramos en Andhra los sesenta años de Baba, de modo que es muy probable que fuera en febrero. De cualquier manera, sea lo que fuere, el año anterior, cuando estábamos en Andhra, descubrimos que el amor que la gente sentía por Baba era tan grande que acudía a todos los lugares en los que Baba estaba viviendo y le cantaba canciones durante toda la noche. Era imposible dormir. Aunque les decíamos que pararan, ellos continuaban. ¿Y por qué? Los embargaba el amor. Su amor por Baba los volvía insensibles a las comodidades de su Señor, yo diría que el amor de ellos los tornaba insensatos y, para expresarle su amor, le entonaban canciones sin pensar que este amor efusivo estaba impidiendo que Baba, su Amado, descansara. La causa es el amor, todo es por amor.

Y tal vez porque nuestro anfitrión no amaba a Baba de esa misma manera, lo respetaba y admiraba, pero no lo amaba de esa manera apasionada, y tal vez fue debido a eso que usó su sentido común y decidió alojar a Baba y a su grupo en sus lanchas. Entonces, una vez que subimos a las lanchas, nos hicieron cruzar con ellas casi hasta el otro lado del río, de modo que fue imposible que alguien se acercara a Baba. De esta manera Baba tuvo un poco de privacidad y tranquilidad, y todos apreciamos esto.

Y también fue algo nuevo para nosotros pasar la noche en las lanchas. Bueno, a la mañana siguiente, nuestro anfitrión puso nuestra comida en una lancha y la envió con un hombre para que pudiéramos desayunar. Este hombre había estado dando de comer durante días a todos los que iban a ese lugar, de modo que dar de comer a Baba y a su grupo era fácil para él, y la lancha traía una canasta tras otra con alimentos, y los mándalis recibieron la comida y se dieron un banquete.

Ahora bien, Baba había almorzado en su lancha atracada a corta distancia de las dos lanchas en las que estaban los mándalis. Esto era lo que Baba acostumbraba; si podía, tendía a dormir aparte de los mándalis. Tenía consigo un sereno, pero siempre acostumbraba a dormir lejos de los mándalis: Y eso era fácil de hacer con las lanchas.

Esa mañana Baba dispuso que acercaran su lancha hasta donde estaban las de los mándalis. En realidad, llevaron las tres lanchas hasta la orilla, y Baba preguntó a todos si habían dormido bien y disfrutado esa noche en el río. Después Baba les preguntó si ya habían desayunado. Y varios mándalis replicaron que sí y que el desayuno había sido delicioso.

–Entonces –les dijo Baba con gestos–, han disfrutado su desayuno mientras yo estuve sin él. 

Yo era el que estaba interpretando los gestos de Baba, y esto lo dije con una expresión de desagrado porque eso era lo que Baba quería transmitir. Estaba disgustado. Sus mándalis no habían estado pensando en él; sólo habían estado pensando en ellos mismos y se habían regodeado mientras Baba había estado sin comer. 

Para ser justo, no era realmente por culpa de los mándalis. ¿Ellos cómo podían saber que a Baba no le habían dado nada de comer? No tenían nada que ver con eso. Era Savak Kotwal a quien se le había encargado de atender la comida de Baba, y era su obligación verificar que esas cosas no sucedieran. Pero cuando Baba expresaba así su desagrado, la conciencia les remordía hasta a los que no habían hecho nada malo. Todos quedaron callados, con la cabeza gacha, sintiéndose culpables. ¿Por qué? No lo sé. Creo que por dos razones. Aunque no hubiéramos cometido personalmente la falta que hizo enojar a Baba, ¿de qué naturaleza era esa falta? Recaía siempre en que pensábamos demasiado en nosotros mismos y no lo suficiente en Baba, y siempre éramos culpables de eso. Aunque Baba concentrara su disgusto en Savak Kotwal, todos sabíamos que éramos igualmente culpables. Y lo que nos lo daba a entender era algo en el comportamiento de Baba, en la manera con que en esas ocasiones se expresaba, en el modo con que sus ojos relampagueaban.

Y la segunda razón era que las personas se sentían desdichadas al ver que Baba estaba disgustado por algún motivo. Los estados de ánimo de Baba eran tan agobiantes que parecían nubes que habían eclipsado repentinamente el sol. Es natural que uno quiera que el sol vuelva a aparecer, y se sobresalta ante la súbita tormenta que surgió. Algunos dicen que esto se debe al amor que los mándalis sienten por Baba, pero eso no lo sé. Yo no tenía ese amor y no me parece involucrar en esto al amor. 

Baba hacía que fuéramos felices cuando él estaba de buen humor. No porque lo amáramos, sino porque su buen ánimo era contagioso. ¿Vieron cómo cuando alguien entra muy sonriente en una habitación, con los ojos brillantes, y eso los hace sentir bien? O si alguien entra en la sala con cara larga y profundos suspiros, cómo la atmósfera es de desaliento. La naturaleza humana es así.

En todo caso, sea como fuere, Baba estaba expresando su desagrado por el hecho de que no le habían dado de comer. Nuestro anfitrión y Savak fueron convocados, y Baba empezó a preguntarles perentoriamente por qué no había recibido el desayuno, y se dirigió al anfitrión: “¡Les das de comer a todos los pobres, y alimentas a mis mándalis, pero no me das de comer a mí!”. Y Baba le dijo con gestos a este hombre que era un inútil y debería ser arrojado al río.

Como dije, nuestro anfitrión respetaba a Baba, y a la vez a su modo sentía algo por Baba, pero esas expresiones lo desconcertaron totalmente. Su única experiencia con Baba había sido durante los programas públicos de darshan en los que Baba le había parecido totalmente amoroso e infinitamente compasivo. Nunca había visto este aspecto temperamental de Baba, lo cual le causó sobresalto y empezó a preguntarse mentalmente cómo era que Baba podía actuar de ese modo. Eso no parecía adecuarse a la idea que tenía sobre cómo Dios debería comportarse. Y entonces, cuando Baba gesticuló diciéndole que deberían tirarlo al río, quedó pasmado y se asustó. Uno de los mándalis –ahora no recuerdo quién– avanzó hacia él para tirarlo al río y, sin siquiera pensarlo, nuestro anfitrión se apartó, y luego se dio vuelta y empezó a correr por la playa con un mándali detrás de él. Nuestro anfitrión era un hombre importante, solemne y corpulento, y todavía recuerdo haberlo visto corriendo por la playa mientras uno de los mándalis lo perseguía.

Este espectáculo divirtió a Baba, quien batió palmas y llamó a ambos para que regresaran: “¿Por qué hiciste eso?” le preguntó suavemente al anfitrión, y éste explicó que había enviado la comida para Baba. La había puesto en una lancha indicándole al lanchero cuáles eran las canastas para los mándalis y cuál era para Baba. Pero el lanchero se había confundido entregándolas todas a los mándalis. 

Entonces Baba se dirigió a Savak Kotwal y le preguntó qué había sucedido. Savak replicó que la lancha había traído toda la comida para los mándalis, pero que él había asumido que ya le habían enviado la comida a Baba. El lanchero no había dicho nada sobre que alguna de las canastas fuera para Baba.

Esta respuesta no le agradó a Baba. “¿Supusiste que yo había desayunado? ¿Por qué no preguntaste? Tu trabajo consiste en verificar que yo me alimente. ¿Estás tratando de matarme? Tú amas solamente a mis mándalis.” Me acuerdo de Baba diciendo: “Tú amas solamente a mis mándalis” y “¿Estás tratando de matarme?”.

Y entonces Baba se dirigió a nuestro anfitrión y le dijo: “¡Consigue una piedra grande, átala con una soga en el cuello de Savak y tíralo al río para que se ahogue!”.

El pobre anfitrión está de nuevo completamente desconcertado. ¿Y ahora, qué hacemos? Mientras Baba está chasqueando los dedos y diciéndole con gestos: “Date prisa, hazlo”. Pero el hombre está tan aturdido que se queda allí parado. Entonces Savak empieza a decirle: “¡Date prisa, hombre, hazlo! ¿No oíste la orden de Baba? ¿Qué estás esperando?”.

Y he aquí que Savak está reprendiendo a ese hombre por ser tan lento en obedecer la orden de Baba. ¿Y cuál era esa orden? Que ese hombre debía ahogar a Savak. ¿No ven lo divertido de eso? Entonces el hombre empieza a buscar una piedra grande en la playa, y Savak lo sigue al lado instándolo a que se apresure.

Pero resulta que en esa zona de la playa no hay piedras grandes, y Baba finalmente le dice que se olvide de eso porque no hay tiempo. Teníamos que llevar las lanchas al otro lado del río para que Baba pudiera empezar su programa de darshan.

Vean ahora la diferencia. En un caso, tan sólo por unas pocas moras, Baba se disculpa humildemente en nombre de los mándalis. Pero aquí, sólo porque no recibió su desayuno, Baba ordena que arrojen a nuestro anfitrión al río y que Savak se ahogue. Algunas personas cuando escuchen estas anécdotas probablemente piensen que Baba era una especie de tirano, pero no era eso. Baba estaba demostrándonos cuál era su papel como Señor de los Señores. Como Hombre entre los hombres, Baba asumió todas nuestras faltas y se humilló como un ejemplo para nosotros de cómo deberíamos comportarnos como hombres. Pero como Señor de los Señores, Baba estaba demostrando cuánto cuidado deberíamos tener cuando lo estamos sirviendo.

¿Qué le importaba a Baba el desayuno? Baba ayunaba durante meses sin parar; ¿acaso no podía perderse un desayuno? No se trataba de eso. Baba estaba usando esto meramente como una oportunidad para hacernos entender cómo deberíamos servir al Señor, y con qué esmero y minuciosidad deberíamos proveer a sus necesidades. Y cómo deberíamos pensar en sus necesidades antes que en las nuestras.

Y vean cuál fue el efecto de esta lección. Nuestro anfitrión quedó aturdido por los sucesos de esa mañana. Como dije, Baba había destruido la concepción de este hombre acerca de Dios. Pero igualmente formidable fue la predisposición de Savak para ahogarse porque Baba así lo había ordenado. Esta clase de devoción le hizo comprender que, en comparación, el hecho de que alimentara a los pobres no era nada. En este caso había escapado corriendo para no ser arrojado al río, pero Savak siguió reprendiéndolo por no hallar una piedra con la que lo ahogara. Esa clase de obediencia, devoción o amor, llámenlo como quieran, era algo nuevo para él. Como lo era el Señor que se lo exigía.

Le hizo comprender de alguna manera que Baba no era meramente otro gurú o maestro, sino que era ciertamente Dios en forma humana. Y la relación de este hombre con Baba, su actitud para con Baba y todo su comportamiento cambiaron por completo. Aquel orgullo que parecía haber allí se consumió en su amor a Baba, el Señor de los Señores.

Y posteriormente Baba lo usó como un medio para darnos a todos nosotros una lección sobre cómo deberíamos venerar a Baba. Eso ahora está algo fuera de tema, pero puesto que surgió, ¿les gustaría escuchar esta anécdota?

Como les dije, después de esta experiencia, la actitud de ese hombre para con Baba cambió totalmente y se consagró por completo a él. Pasaron los años, y aparentemente la cuñada de este hombre tuvo una especie de visión que la convenció de que deberían construir un templo para Baba. Entonces, cuando ese hombre se enteró de esto, decidió construir un gran templo en un campo enfrente de su casa, en el mismo sitio en el que Baba había dado darshan. ¿Sin embargo qué significa un templo? Como ustedes lo han visto, los templos siempre tienen en su interior estatuas de las deidades. Entonces, el hombre pensó que, si quería tener un templo para Baba, tendría que contar en el interior con una estatua de Baba. Y le escribió a Baba pidiéndole permiso para construir el templo y poner dentro de éste una estatua de tamaño natural para que todas las personas de la zona pudieran tener las bendiciones del darshan de Baba todas las veces que quisieran.

Yo era el encargado de ver la correspondencia, y por escrito le contesté al hombre que esa no era una buena idea, que Baba había venido para acabar con todos los ritos, rituales y ceremonias, y que el único templo que Baba quería era el templo del corazón, o algo así, no recuerdo exactamente lo que le dije, pero fue algo en ese sentido. Sin embargo, esta respuesta no satisfizo al hombre. Creía que Baba quería que él construyera ese templo, y quería hacerlo a lo grande para que gente de todo el mundo pudiera venir a adorarlo.

Ahora bien, cuando le estaba escribiendo y trataba de desalentarlo para que no hiciera eso, ¿por qué lo estaba haciendo? Porque Baba me había indicado que yo debía disuadirlo de esa idea. Pero no me permitió decirle “Baba dice que no deberías hacer esto”. Entonces el hombre pensó que yo estaba expresando solamente mi opinión, y se enojó muchísimo conmigo. Después de todo, ¿quién era yo para decirle lo que él debía hacer? Lo que pensó fue que yo, por mi cuenta, estaba tratando de interferir en el amor que él sentía por el Señor. Entonces volvió a escribirle a Baba, y él me dijo nuevamente que le contestara la carta en mi nombre y le dijera concretamente algo: que lo importante era que recordáramos a Baba en nuestro corazón y no que expresáramos externamente la devoción por medio de templos y cosas parecidas. Y recuerdo que él se mostraba muy indignado en sus cartas. Me volvía a escribir que me resultaba fácil decir eso porque yo estaba viviendo con Baba. Que me era fácil sentarme con Baba y criticar su idea, pero si intercambiáramos nuestros lugares, si yo fuera a Andhra y él viniera a vivir con Baba, entonces veríamos quién necesitaría que le recordaran cosas. Yo tenía la presencia física de Baba las veinticuatro horas del día, y entonces podía hablar de recordar a Baba interiormente. Pongámonos uno en el lugar del otro, me sugirió, y entonces veamos quién quiere una estatua. Y siguió señalándome que los amantes de Baba tenían botones de él, tenían fotografías de él, y que Baba permitía esto. De hecho, Baba incluso bendecía las fotografías y las hacía distribuir. ¿Y que eran todas esas cosas sino recordatorios de Baba, símbolos de la presencia de Baba? Una estatua era lo mismo, sólo que incluso más natural, etcétera.  

Al final llegó una delegación de Andhra para exponerle el caso directamente a Baba, y fue tan sólo entonces cuando Baba les dio su permiso, siempre y cuando ese hombre cumpliera ciertas condiciones. No recuerdo todas las condiciones, pero sé que él tenía que pagar la construcción enteramente de su bolsillo, y que no estaba autorizado a pedir siquiera una paisa (dinero) de otros. El hombre aceptó esto de buena gana, y hay una larga historia sobre las coincidencias y sucesos que le hicieron posible recaudar ese dinero a tiempo. Pero esa es otra historia y no la abordaremos ahora.

Y la segunda condición era que este hombre difundiera de manera destacada una serie de mensajes que Baba le dictó, mensajes que consistían en esto: “Yo estoy aquí solamente cuando tu amor me trae aquí”, “Los ritos, los rituales y las ceremonias me exponen a los fríos vientos de la ignorancia: el amor es lo único que me viste”. Como les dije, no recuerdo exactamente esos mensajes, pero hay un libro, una revista que se publicó, dedicada solamente a la inauguración de este templo. Davana, ¿puedes ir a traerme ese número especial del Divya Vani, por favor? Y aquel hombre estuvo de acuerdo. Aceptó todas las condiciones que Baba le impuso.

Ahora que había dado su permiso, Baba se interesó en el proyecto. Puesto que habría una estatua, quiso que fuera buena, y se tomó contacto con el mejor escultor de Bombay, el cual fue a Pune cuando Baba estaba allí.

Veamos, el templo fue inaugurado en febrero de 1963, de modo que esto debió haber sido en los meses del verano de 1962, o posiblemente incluso antes. Y el escultor fue a ver a Baba, quien estuvo sentado durante horas mientras el hombre tomaba cuidadosas medidas de la cabeza de Baba desde todos los ángulos concebibles. Tal vez ustedes sepan como hacen eso: miden de aquí hasta allá, y desde allá hasta aquí, toman medidas muy exactas, lo cual es necesario después de todo. Un busto no es algo bidimensional, y querían que fuera perfecto, de modo que estuvo muy pacientemente sentado mientras le tomaban todas las medidas. Y luego tomaron un molde de yeso de las manos y los pies de Baba, hasta que finalmente se completó la escultura de bronce, de tamaño natural, de Baba sentado en una silla. En la revista hay fotografías que ustedes podrán hojear después.

Y entonces empezó una larga correspondencia sobre cómo iban a inaugurar el templo: si deberían celebrar rituales védicos y de qué clase, etcétera, y cómo deberían instalar el ídolo. Baba me indicó que contestara, y dijo que, si ellos pensaban que estaban erigiendo un ídolo, eso no tenía ningún sentido y no entendían para nada la correcta perspectiva. Recuerdo haber escrito que el cuerpo [la forma] de Baba era de por sí el real Ídolo de Dios, y que ningún otro ídolo podía remplazarlo. Y hubo muchísima correspondencia de una y otra parte. Pero al final se arregló todo, y tuvo lugar la inauguración. Fue grandiosa. Asistieron: Adi y la Maharani de Baroda, y Baba envió a muchos de sus íntimos amantes para que concurrieran y lo representaran. Baba tomó esto muy en serio.

¡Ah, aquí está, en esta página! Primero lean en voz alta esos ocho mensajes porque les digo que son realmente buenos. Léanlos lentamente, lentamente. Hagan justicia a los mensajes.

Uno: “Rasguen la cortina de las ceremonias y rituales fijos, y descubrirán que yo soy el Adorado, la Adoración y el Adorador.”

Dos: “Vestir la simple Adoración con ropajes de ceremonia y ritual es exponerme a los fríos vientos de la ignorancia.” Ustedes lo entienden: vestir la simple adoración con los ropajes de la ceremonia es exponerlo a él a los fríos vientos de la ignorancia. Bueno. Y ahora al siguiente mensaje:

“Amar fielmente a Dios-hecho-Hombre es adorar verdaderamente a Dios.”

“Para encontrarme aquí en Mehersthan…” El edificio se llamaba así. No hay que confundirlo con Meherastana. Eso está en Hamirpur. Esto es Mehersthan. Perdón, léanlo otra vez.

“Para encontrarme en Mehersthan, busca en las profundidades de tu corazón.” Vean lo que Baba está diciendo. No importa dónde lo busquemos: a él se lo ha de encontrar solamente en el corazón. Pero ese es su juego. Ustedes están aquí, han recorrido medio mundo para encontrar a Baba, y es bueno que hayan venido, ¿pero qué encuentran?, encuentran que Baba ha estado en sus corazones todo el tiempo. Muy bien, ¿y el siguiente mensaje?

“Mehersthan ha sido construido para mí con amor, pero solamente puede encontrarme aquí quien me ame y me traiga aquí en su corazón.” ¡Cuán cierto es esto, cuán cierto! Solamente cuando lo encontramos cuando lo traemos con nosotros en nuestros corazones.

“Tal como es el corazón, así es la casa; tal como el ojo es, así es la imagen dentro de la casa.”

“El corazón del hombre ha sido siempre el antiguo templo para la adoración del Antiguo.”

Este ha sido el séptimo mensaje; ¿y el último?

“No podrá alojar al Antiguo nada que no aloje al amor.” Léanlo otra vez. “Nada podrá alojar al Antiguo que no aloje al amor.”

En cualquier caso, esos son los mensajes. Vean cómo es esto. Era tal el amor de ese hombre por Baba que él le permitió seguir adelante y construir el templo. A pesar del hecho de que una y otra vez Baba dijo que estaba en contra de eso y que él había venido para acabar con todos estos ritos y rituales, él permitió que el amor de este hombre se expresara de esta manera. Pero al mismo tiempo agregó estos mensajes para guiar a la gente hacia la verdad que existe detrás de lo que se expresa externamente. Entonces fue bueno que este hombre construyera el templo para que Baba tuviera la excusa para darnos estos mensajes. Y aún están allí, exhibidos de manera destacada en las paredes del templo. Porque este hombre aprendió su lección y obedeció a Baba en un ciento por ciento. Y debido a su obediencia y a su amor, todos nosotros hemos sido hoy bendecidos escuchando los mensajes de Baba que fueron leídos en voz alta.


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