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Loco y mast

Loco y mast

Loco y mast

No recuerdo con exactitud en qué ocasión, pero debe haber sido durante alguna plática sobre la diferencia que existe entre un loco y un mast; Baba explicó que hay algunos que son locos, completamente locos, y otros que sólo son locos por Dios, y hay una enorme diferencia entre ellos. Luego Baba anunció que nos contaría otra historia sobre Bahlul, el rey que enloqueció por Dios, que renunció a su trono y abandonó su palacio para buscar a Dios.

Bahlul pasaba casi todo su tiempo recluido en un sitio lejano y apartado, pero aparecía de vez en cuando en las calles de la capital. Aparte de haber sido el rey y de haber dejado su reinado, Bahlul había sido famoso porque, al final, la gente comprendió que él no sólo había abandonado su reino, sino que lo había hecho por Dios. Al principio pensaban que estaba loco pero, con el tiempo, llegaron a ver que había ganado el favor de Dios y, por lo tanto, lo honraron y respetaron mucho.

Ahora bien, sucedió que un día Bahlul estaba deambulando por las calles de la capital cuando un mercader pasó junto a él, se detuvo y entonces le dijo: 

–Oh sabio Bahlul, por favor, dime y guíame sobre qué clase de negocio debería hacer en esta estación. 

Sin detenerse, Bahlul replicó mientras caminaba: 

–Almacena azúcar. El mercader consideró esto como una sugerencia de inspiración divina y empezó a comprar todo el azúcar que pudo.

Utilizaba todo el dinero que tenía para comprar azúcar y, al final, pudo comprar una buena provisión. Tal como sucedió, fue escasa la caña de azúcar en esa estación, se arruinó la cosecha, y el precio del azúcar se fue a las nubes, como ustedes dicen. El mercader ganó una fortuna. Estaba contentísimo y, ahora que creía tener todo el mundo en sus manos, le dio la espalda a Dios. Este es el modo de ser del hombre.  Cuando el hombre está desamparado se vuelve hacia Dios, y cuando no lo está, Le da la espalda.

Unos años después, sucedió que Bahlul y el mercader volvieron a pasar uno junto al otro en la calle. Pero esta vez el mercader se hallaba con muchos amigos y la riqueza lo había “mareado”. Frente a sus amigos, el mercader no iba a decirle: “Oh sabio Bahlul” y, en cambio, dándose importancia le dijo: 

–Oh loco Bahlul, ¿qué negocio debería hacer en esta estación? 

Bahlul le contestó tan rápidamente como antes: 

–Compra cebollas.

El mercader las compró. Invirtió toda su riqueza en cebollas y llenó con cebollas un depósito tras otro. Sin embargo, pasó el tiempo y las cebollas empezaron a pudrirse. Al principio, solamente unas pocas, pero finalmente resultó afectada toda la cosecha y hubo que desecharla. El mercader se había convertido en un mendigo casi de la noche a la mañana. Sus amigos lo abandonaron y, a cualquiera que se acercaba a escucharlo, despotricaba y se enfurecía echándole la culpa de todo a ese “loco Bahlul”.

Un tiempo después Bahlul volvió a entrar en la ciudad y el mercader lo buscó. 

–Eh, Bahlul –le gritó– tú me has arruinado. 

–¿Qué he hecho yo? –le preguntó Bahlul. 

–¿No lo sabes? Te pregunté qué negocio debía emprender, seguí tu consejo, almacené cebollas y lo perdí todo. 

–¿Pero por qué hiciste eso? –le preguntó Bahlul– ¿No sabes que no hay que aceptar el consejo de un loco? ¿Cómo podrá provenir de un loco un consejo sensato?

Cuando el mercader llamó “sabio” a Bahlul, el consejo que le dio fue sensato, pero cuando lo llamó “loco”, lo que Bahlul le había aconsejado fue concordante. 

Esta fue la historia que Baba nos contó.


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