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Perdona y olvida

Perdona y olvida

Perdona y olvida

La gente pide perdón a Dios. Pero, ya que Dios es todo y cada uno, ¿a quién hay que perdonar? El perdón de lo creado ya estaba en Su acto de creación. Pero aun así la gente pide perdón a Dios y Él los perdona. Pero ellos, en lugar de olvidar aquello por lo que han pedido perdón, olvidan que Dios los ha perdonado y recuerdan las cosas que les han sido perdonadas, y así nutren la semilla del mal obrar, y esta produce su fruto de nuevo. Una y otra vez piden perdón, y una y otra vez el Maestro dice, Yo perdono.

Pero es imposible para los hombres olvidar sus malas acciones y los males que otros les han hecho. Y puesto que no pueden olvidar, encuentran difícil perdonar. Pero el perdón es la mejor caridad. (Es fácil dar a los pobres dinero y bienes cuando uno tiene en abundancia, pero perdonar es difícil; no obstante es lo mejor si uno puede hacerlo).

Los hombres, en lugar de tratar de perdonarse los unos a los otros, pelean. Alguna vez lucharon con sus manos y con garrotes. Después con lanzas, arcos y flechas. Luego con armas de fuego y cañones. Entonces inventaron bombas y medios para transportarlas. Hoy en día han desarrollado misiles que pueden destruir a millones de hombres a miles de kilómetros de distancia, y están dispuestos a usarlos. Las armas utilizadas varían, pero el patrón agresivo del ser humano sigue igual.

Ahora los hombres están planeando ir a la Luna. Y el primero en llegar plantará la bandera de su nación sobre ella y esa nación dirá: “Es mía”. Pero otra nación le disputará el derecho y entonces lucharán aquí en esta tierra por la posesión de la Luna. Y quien vaya ahí, ¿qué encontrará? Nada, excepto a sí mismo. Y si los hombres llegan a ir a Venus, aun así nada encontrarán sino a sí mismos. Ya sea que los hombres se eleven al espacio exterior o se sumerjan al fondo del océano más profundo, se encontrarán a sí mismos tal como son, sin cambios, porque no se habrán olvidado de sí mismos ni se habrán acordado de ejercer la caridad del perdón.

La supremacía sobre los demás nunca llevará a un hombre a encontrar un cambio en sí mismo; cuanto más grandes son sus conquistas, más contundente es su confirmación de lo que la mente le dice: que no hay otro Dios, más que su propio poder. Y permanece separado de Dios, el Poder Absoluto.

Pero cuando la misma mente le dice que hay algo que puede ser llamado Dios, y, más aún, cuando lo incita a buscar a Dios para poder verlo cara a cara, empieza a olvidarse de sí mismo y a perdonar a otros por lo que ha sufrido por su causa.

Y cuando ha perdonado a todos y se ha olvidado completamente de sí mismo, encuentra que Dios le ha perdonado todo y recuerda Quién es en realidad.

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Ignorancia personificada