Sólo hay una pregunta. Y una vez que se conoce la respuesta a esa pregunta no hay más que preguntar. Esa única pregunta es la Pregunta Original. Y para esa Pregunta Original hay sólo una Respuesta Final. Pero entre esa Pregunta y su Respuesta hay innumerables falsas respuestas.
Desde las profundidades de la Infinitud interminable surgió la Pregunta: “¿Quién soy?”, y para esa Pregunta sólo hay una Respuesta: “¡Yo soy Dios!”.
Dios es Infinito; y Su sombra también es infinita. La Realidad es Infinita en su Unicidad; la Ilusión es infinita en su multiplicidad. La única Pregunta que brota de la Unicidad del Infinito vaga a través de un infinito laberinto de respuestas que son ecos distorsionados de Sí Misma resonando desde las formas huecas de la infinita nada.
Hay sólo una Pregunta Original y una Respuesta Original a ella. Entre la Pregunta Original y la Respuesta Original hay innumerables respuestas falsas.
Estas falsas respuestas –tales como soy piedra, soy pájaro, soy animal, soy hombre, soy mujer, soy grande, soy pequeño– son, por turno, recibidas, probadas y desechadas hasta que la Pregunta llega a la correcta y Final Respuesta, “Yo Soy Dios”.