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Sueño

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Sueño

¿Alguna vez Baba nos dijo que, si a la noche nos despertábamos, era malo para nuestra salud que nos volviéramos a dormir? No. No que yo recuerde. ¿Lo que quieres decir es que, si llegáramos a despertarnos por la noche, deberíamos ponernos a meditar y repetir su nombre en lugar de tratar de volvernos a dormir? No, eso fue en los primeros tiempos. Eso no era para nosotros. Fíjense en esto: en los primeros tiempos los que estaban con él eran jovencitos, y ustedes saben lo que ocurre con la juventud. Hay tanta energía y tanto entusiasmo, que a no ser que eso se encauce apropiadamente, producirá alguna clase de perjuicio. Entonces en aquellos tiempos Baba solía darnos instrucciones como esa. Pero una vez que los que estaban con él crecieron y se afianzaron en su amor, entonces se prescindió de toda esa clase de cosas.

Ustedes saben que, en su venida, el Profeta Mahoma acostumbraba a poner en vigencia la orden de que nadie debería ser molestado mientras estuviera durmiendo. Pero después, en su siguiente venida como Meher Baba, se lo conoce como “Aquel que Despierta”. Y esto es verdad hasta en sentido literal. Baba acostumbraba a decir: “Dale este mensaje a Pedro”. Y nosotros íbamos y encontrábamos a Pedro dormido, y entonces lo despertábamos para darle el mensaje. ¿Y cuál era el mensaje? “Pedro, Baba quiere que duermas bien”. De modo que despertábamos a Pedro y se lo decíamos, y él rezongaba, se daba vuelta y volvía a dormir.

Así sucedía con Baba. ¿Por qué? ¿Por qué él había sido de una manera como Mahoma, y todo lo contrario como Baba? Se trata solamente de su “capricho”. Pero no, Baba no nos decía que no podíamos volver a dormirnos en la mitad de la noche.  De hecho, recuerdo una vez que habíamos estado viajando con Baba y no habíamos dormido durante un tiempo, durante días y noches seguidas. ¿Ustedes preguntan si esto era normal? No, no era normal. ¿Cómo podré describirles nuestra vida con Baba? En resumen, yo debería decir que nada era normal en nuestra vida, pero siempre era muy natural.

Cuando uno dice “normal” se está pensando en una rutina. Con Baba nuestra única rutina era, si quieren llamarla así, su deleite, su capricho. Y esto cambió de una manera muy natural. Por ejemplo, digamos que tres de nosotros estábamos cumpliendo una guardia nocturna. Nos turnábamos. Yo tenía siempre el primero y el último turno porque eso era lo que Baba quería, estando allí hasta que Baba se durmiera y estando allí cuando se despertaba. Digamos pues que mi turno era desde las siete hasta las diez. Después, el turno siguiente era desde las diez hasta la una, y luego desde la una hasta las cuatro, y después volvería a ser mi turno.

Se trata solamente de un ejemplo para que tengan una idea de cómo sería eso. Las horas reales dependían de cuándo Baba quería levantarse, de si estábamos viajando, de lo que Baba se obligaba a hacer, etcétera. Pero esto les da una idea de cómo era la organización. Permítanme decirles que Baba enviaba a uno de los tres a buscar un mast o a que saliera de donde estaba para que hiciera cierto trabajo, y entonces dos de nosotros nos dividíamos esa obligación, lo cual significaba que dormíamos menos. Y luego podía suceder que el otro hombre tuviera fiebre o diarrea, y Baba le decía: “Cuida tu salud; es mejor que duermas”, y entonces la guardia nocturna la cumplía yo solo y no dormía nada.

Frecuentemente dormíamos muy poco cuando salíamos con Baba a buscar masts. A veces no dormíamos nada. De lo que me acuerdo especialmente es de una vez en la que yo no había dormido durante varios días y noches. En aquel entonces tomábamos un ómnibus en algún lugar, que debió haber sido en el interior, y este era un transporte del estado. Y ustedes saben cómo es eso, el ómnibus que se balanceaba, su movimiento uniforme, el calor que hacía, y los días y noches sin dormir, y de alguna manera yo sucumbía, y lo que a continuación yo sabía era que me despertaba sobresaltado. Viajábamos por caminos de tierra, debíamos dar contra un bache con una sacudida, y yo me despertaba. ¿Y desde donde me despertaba? Desde el hombro de él. Al quedarme dormido, mi cabeza se había reclinado en el hombro de Baba, y yo miraba y veía que le había babeado el saco. Ustedes saben lo que ocurre cuando se quedan profundamente dormidos: boquean, se les junta la saliva y babean.  Y yo podía ver la mancha en el hombro de Baba y me incorporaba con muchísima vergüenza, pero Baba hacía esto solamente: volvía a reclinar suavemente mi cabeza sobre Su hombro y me decía con un gesto: 

–No te preocupes, vuelve a dormirte.

Yo no podía desobedecer a Baba, ¿pero cómo podía dormir? Entonces me quedaba ahí sentado con mi cabeza en su hombro, y con mis ojos cerrados durante un minuto o dos para cumplir sus instrucciones, y luego me incorporaba. Baba parecía sorprendido:

–¿Tan pronto? ¿Eso es todo lo que vas a dormir?

–Está bien, Baba, ahora me siento renovado. –Y era verdad. El sueño profundo era tal que yo me sentía completamente repuesto, fresco y listo para otra semana sin dormir.

No sé cuánto tiempo debí haber estado dormido, si diez minutos o media hora, pero el sueño era tan profundo que, al despertar, me sentía completamente repuesto. Baba decía que el sueño profundo es el estado original de Dios. No somos conscientes de eso, de cuando entramos en el estado original de Dios, pero el Avatar o los Maestros Perfectos son conscientes de este estado durante su sueño profundo. Y creo que debí haber entrado en ese verdadero sueño profundo, en ese estado original de Dios, porque me despertaba renovado. Ahora bien, no digo que eso se debió al hombro de Baba. No nos pongamos sentimentales: fue así porque ésa es la naturaleza del verdadero sueño profundo.

Pero de cualquier modo, para contestar tu pregunta, puedes fijarte en que Baba no me dijo: “Ahora que estás despierto, quédate despierto y repite mi nombre”. Por el contrario, cuando me desperté, por su propia cuenta me dijo que volviera a dormir. No puedes establecer reglas para el Avatar. No trates de limitarlo diciendo que él hará siempre esto o que hará siempre aquello. Eso sería convertirlo en una persona normal, esclavizada por hábitos y rutinas. Baba no era eso, siempre fue muy natural y, para que nosotros lleguemos a ser naturales –no normales– simplemente debemos aprender a danzar con su melodía.


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