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Krishna Nair

Krishna Nair

Krishna Nair

Creo que fue en 1939 cuando viajamos con Meher Baba a Bangalore. Allí fue donde Baba me envió por primera vez para encontrar masts. Fue allí que Baidul y yo nos cruzamos por primera vez con el mast ghous y quedamos tan impactados. Después de que volvimos para informarle a Baba sobre nuestro viaje en busca de masts, Baba fue con nosotros a tomar contacto con los masts. Por alguna razón esta región del sur de la India tenía siempre muchos masts.

Asimismo, esta región tenía muchos idiomas. Yo hablo gujarati, hindi, marathi e inglés, pero los de cerca de Bangalore no conocen estos idiomas. Y yo no sabía telugu, tamil, kannada ni los otros idiomas que hablan los indios del sur. Por lo tanto, unos chicos que encontramos podían traducir para nosotros. Estaban Amdu, Venkoba y Krishna Nair. Nos ayudaban a tomar contacto con los masts y con la ayuda de ellos se creó en Bangalore un gran ashram para los masts. Allí estaban Chatti Baba, Karim Baba, Phool Baba y muchos otros.

El ashram de los masts se desbandó cuando nos fuimos de Bangalore.  Muchos masts fueron llevados a Meherabad. Los restantes fueron enviados de vuelta a sus hogares. Baba convocó a los niños y les dijo que debían pedirle lo que quisieran.

Recuerdo que Amdu quiso su propio chatka, un carrito con un caballo, como las tongas (carruaje) que ustedes ven aquí. Baba hizo el gesto: “Concedido”. Venkoba dijo que quería ser empresario, y nuevamente Baba hizo el gesto de que se lo concedía. Cuando fue el turno de Krishna Nair, le dijo que todo lo quería era quedarse con Baba. Baba le concedió el deseo, y luego se unió a nosotros y durante muchos años fue el guardia nocturno de Baba.

Una noche, como de costumbre, él estaba sentado en silencio fuera de la habitación de Baba. Baba recalcaba frecuentemente que los que estaban de noche de guardia tenían que permanecer totalmente quietos y callados. Pero esa noche los mosquitos estaban particularmente feroces y, por más que lo intentara, Krishna finalmente no pudo evitar moverse silenciosamente para ahuyentarlos. Baba lo reprendió de inmediato.

Esto enfadó a Krishna, quien empezó a pensar en lo injusto que era todo eso. Cuanto más pensaba al respecto, más injusta le parecía la reprimenda de Baba. Empezó a preguntarse: “¿Puede Baba ser realmente Dios? Él dice que es Dios en cuerpo humano, pero no tiene piedad ni consideración con quienes le sirven”. Ustedes saben cómo son las cosas con esta mente traviesa. No se contenta con sólo sugerirnos que uno ha sido agraviado, sino que sigue agrandando lo malo que se hizo hasta que uno se convence de que sólo un demonio podría habernos tratado así.

Y eso es lo que ocurrió con el pobre Krishna. Pero finalmente su tiempo de guardia nocturna pasó y Baba le dijo que esa mañana desayunara a las cuatro de la mañana y que luego consiguiera una tonga para que ellos pudieran tomar contacto con un mast que vivía a casi diez kilómetros de allí. Este mast era en parte majzoub y en parte salik: o sea que unas veces estaba embriagado de amor a Dios y otras veces era consciente de su amor a Dios, y del mundo y de lo que lo rodeaba.

Krishna decidió arreglar primeramente lo de la tonga antes de desayunar. Resultó que hubo complicaciones, pero cuando arregló todo, perdió su desayuno.  Esto no mejoró su estado de ánimo, y cuando Baba y unos pocos mándalis salieron para tomar contacto con el mast, los acompañó un Krishna disgustado.

Ahora bien, el mast con el que iban a tomar contacto tenía algunas peculiaridades insólitas. Durante los dos años previos nunca había permanecido parado sobre sus dos pies simultáneamente. Un año había estado parado en una pierna, y al año siguiente había estado parado en la otra. También estaba observando silencio. Baba les indicó a los mándalis que se quedaran bien detrás suyo, por lo menos a quince metros de distancia, cuando él se acercara al mast.

Aunque este mast tenía muchos seguidores, en el momento en que Baba se acercó no había nadie allí. Al ver a Baba, el mast se paró inmediatamente sobre ambos pies y, rompiendo su silencio, exclamó: 

–¡Oh, Dios! ¡Te he estado esperando durante tantos años y por fin has venido! –y luego se postró ante Baba.

Después del contacto, Baba regresó al ashram. Al día siguiente, Baba envió a Krishna para tomar contacto otra vez con el mast, pero cuando llegó, Krishna descubrió que el mast había muerto. Los seguidores del mast le dijeron a Krishna que éstas habían sido sus últimas palabras: “Me encontré con Dios cara a cara y Él me bendijo. ¡Mi misión en la vida está cumplida”.

Esta experiencia restableció la fe de Krishna en Baba como Dios en cuerpo humano. También restableció su disposición para obedecer de buena gana y alegremente las órdenes de su Maestro.

Pero tal vez deba agregar una nota de pie de página a esta anécdota. ¿Ustedes recuerdan cómo mencioné que Baba les había dicho a los chicos que le pidieran lo que quisieran? Bueno, regresamos a Bangalore en 1944, creo que fue en esa fecha, aunque no estoy seguro. No puedo recordar más las fechas, pero de todas maneras, pueden considerar que fue solamente unos pocos años después. Fuimos en tren y alguien se acercó a nosotros cuando salíamos de la estación. No lo reconocimos, pero él nos reconoció y vino corriendo hacia nosotros. 

–¿Quieren que los lleve a la ciudad? –nos preguntó–. Yo soy Amdu. –Ahora era conductor de un chatka. Tenía su propio carrito, tal como se lo había pedido a Baba.

Y tal vez ustedes me pregunten qué ocurrió con Venkoba. Bueno, después de que nos fuimos de Bangalore, él vino a Meherabad y le preguntó a Baba si podría quedarse en la propiedad que había sido reservada para el Centro Espiritual que Baba había planeado construir en una época. Posteriormente Baba abandonó la idea, pero se erigieron debidamente doce plintos y aunque los edificios nunca fueron construidos, los plintos aún estaban en pie. Venkoba preguntó si podía quedarse allí. Baba le dijo que sí.

Posteriormente, cuando regresamos a Bangalore, Baba fue a ver a Venkoba y le preguntó qué estaba haciendo. 

–Soy viajante, Baba –le dijo. Creo que estaba trabajando para una tienda o una empresa de Bangalore. Pasó el tiempo, y un día Venkoba apareció en Meherabad con la noticia de que alguien quería comprar la propiedad.

Esta noticia pareció entusiasmar muchísimo a Baba, quien explicó que precisamente entonces estaba muy necesitado de dinero y le dijo a Venkoba que vendiera inmediatamente la propiedad. Él le entregó el dinero a Baba, el dinero que Baba decía que necesitaba con tanta desesperación, y Baba le devolvió casi todo y le dijo que lo guardara. No puedo recordar por qué suma fue vendida la propiedad, pero si era por cinco mil rupias, entonces Baba se guardó mil rupias y el resto se lo dio a Venkoba. O si fueron quinientas rupias, Baba se guardó cien y el resto se lo dio a Venkoba. Y fue con ese dinero que Venkoba estableció su negocio y llegó a ser un próspero empresario. Así Baba se encargó de que el pedido de Venkoba también fuera concedido.

Como dije, Krishna Nair estuvo muchos años con nosotros, pero finalmente se marchó. Desde que esta historia fue publicada por primera vez, él regresó y ahora está viviendo de nuevo con nosotros en Meherabad. Así, de esta manera, Baba les concedió sus deseos a los tres.


Maya
¿Es eso así?