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Humillación y glorificación

Humillación y glorificación

Humillación y glorificación

De vez en cuando Baba conversaba con nosotros sobre su humillación, y sobre su glorificación que sucedería a continuación de aquélla. Pero nosotros no llegábamos a entender eso. Pensábamos que la Nueva Vida era su etapa de humillación, una época en la que hubo muchas humillaciones –como, por ejemplo, chismes y habladurías, ser confundidos con bandidos y agitadores políticos, etcétera– y que su etapa de glorificación era la que seguiría a la Nueva Vida, con cientos de miles de personas aclamándolo por todo el país como el Antiguo. Creíamos que esa era su glorificación.

Habíamos llevado una vida muy recluida, y no estábamos preparados en absoluto para aquel espectáculo, una y otra vez, de una marea humana que lo adoraría y reverenciaría como el Más Alto de los Altos, como el Esperado. Recuerdo una vez en la que me aterroricé. Estábamos en el sur de India, considerada el baluarte de la ortodoxia. Los brahmines, que son la clase alta, tienen allí mayor poder y controlan la mente y el corazón del pueblo. Baba estaba sentado en el dais, yo estaba con él, y nos rodeaba una inmensa marea humana. Hubiera sido imposible escaparnos si la muchedumbre se hubiera vuelto en contra de nosotros, o incluso si todos hubieran procurado abrazar y besar a Baba.

Como se acostumbra en estas ocasiones, las personas prominentes del lugar y los dirigentes de cada profesión y nivel social pronunciaron discursos dándole a Baba la bienvenida. Entonces Baba nos transmitió esto: 

–Quédense sentados. Voy a prosternarme ante ustedes. No piensen que me estoy prosternando ante ustedes como individuos; me prosterno por el amor de ustedes hacia mí. Eso evitará la necesidad de que cada uno de ustedes se prosterne físicamente ante mí.

Después de hacer esto, Baba me hizo leer un breve mensaje que él había preparado de antemano. En estas ocasiones Baba además podía extenderse y pronunciar un mensaje espontáneo. Eso es lo que entonces sucedió, y lo que se destaca en mi memoria de lo que fue mi vida con Baba.

Baba transmitió esto por primera vez en público: 

–Yo soy el Antiguo. –Y prosiguió–: Soy el mismo Antiguo que vino una vez más para estar en medio de ustedes. Mi mensaje es de amor. He venido ahora, esta vez entre ustedes, con el fin de acabar con todos los ritos, rituales y ceremonias.

Me aterrorizaba a medida que leía en voz alta los gestos de Baba. Era consciente de toda esa gente, de toda esa marea humana que nos rodeaba, y sabía que muchos de ellos eran brahmines cuyo poder se apoyaba precisamente en esos ritos, rituales y ceremonias. Me estremecía al pensar en lo que podría suceder a continuación.

Pero Baba parecía saber lo que pasaba por mi cabeza pues me tironeó una punta del saco y me dijo con un ademán: 

–No te asustes. –Y me sonrió para tranquilizarme. Entonces seguí leyendo en voz alta los gestos de Baba, y porque estaba pronunciando por él sus palabras, las dije con toda la energía que pude, como la apropiada para el mensaje, y cuando terminé de darlo, se hizo un silencio que podía oírse el vuelo de una mosca.

Y entonces, como al unísono, hubo una potente ovación cuando todos aclamaron a Baba. Nosotros pensábamos que esas ocasiones, cuando miles de personas aclamaban y aceptaban a Baba, eran parte de su glorificación. Pero Baba sonrió cuando le sugerí esto y me dijo con gestos: 

–Esto no es mi glorificación. Espera, espera, mi humillación llegará, y luego llegarán mi manifestación y mi glorificación. Este entusiasmo y esta emoción que ustedes presencian no son mi glorificación.

Entonces me pregunté: “¿Cuál será su humillación? ¿Qué forma tendrá?”.

Nuestra vida con Baba continuaba y no había señales de una nueva forma de humillación. Pero de vez en cuando nos llegaba un informe sobre algunas personas cercanas a Baba que habían ido a ver u homenajear a algún santo o gurú, o sobre otros que expresaban la intención de ir a ver a algún santo o maestro. De la nada, y sin ninguna conexión con su humillación, Baba nos contó una historia.

–Una mujer, juzgada culpable de adulterio, fue sentenciada a muerte. Antes de su ejecución, de conformidad con la ley, la pusieron en medio de la plaza del mercado y a todos los que pasaban se les pedía que le tiraran algo. Los transeúntes le arrojaban piedras, inmundicias o basura, pero la mujer nunca gritaba con quejas ni por dolor. No daba muestras de que la estaban hiriendo; sólo estaba ahí, de pie, radiante y bella como siempre.

“Sucedió entonces que su hija pasó cerca de ella y, de conformidad con la ley, también se le pidió que le arrojara algo a su madre. La hija no tuvo coraje como para tirarle una piedra o algo por el estilo, y entonces compró una rosa y al pasar le arrojó la flor. Cuando la flor la alcanzó, la madre dio un grito, cuando hasta entonces ni las inmundicias ni las piedras le habían causado dolor. No había emitido sonido alguno, pero el leve contacto de una rosa arrojada por su hija le produjo un grito desde lo más profundo de su ser.”

–¿Cuánto sintió esa madre la acusación cuando provino de su propia hija? –dijo Baba gesticulando. Y continuó–: ¡Cuánto más sentiré yo cuando los míos me hieren, aunque sea con el pétalo de una rosa!

Le dijimos que no lo entendíamos, y Baba continuó: 

–Aunque todos ustedes han estado muchos años conmigo, si llevados por su ambición aspiran cada vez más a la verdad y buscan las bendiciones de un santo, esa acción será equivalente a la hija que le arrojó una rosa a su madre.

Posteriormente, cuando nos enterábamos de que algunos amantes cercanos de Baba concurrían a las reuniones de manera irregular y en cambio iban a ver a este maestro o aquel santo, nos sentíamos tristes porque eso había entristecido a Baba. Y nos preguntábamos: “¿Cómo puede ser esto cuando Baba repetidas veces recalcó que él es la raíz de toda la Creación, y que una vez que hemos tomado contacto con él no hay necesidad de ir a otra parte?”.

¿Este no es un aspecto de su humillación o un presagio de ella? Ni siquiera hay necesidad de ir a ver a los Maestros Perfectos porque Baba es el Maestro Perfecto de todos los Maestros Perfectos.


Complaciendo a Baba
Pir Fazl Shah