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Parvardigar

Parvardigar

Parvardigar

Lo que tú dices es verdad. La plegaria de Parvardigar parece contradecirse. En la primera mitad dice: “Tú eres sin atributos” y luego, en la segunda, dice: “Tú eres el que tiene infinitos atributos”. ¿Y qué significa esto? ¿Lo que quieres decir es que eso no es verdad? ¿Acaso no tiene infinitos atributos? Cualquiera que sea el adjetivo que tú pienses para describirlo, Él es eso.

Mira, ¿cuánto tiempo hace que has estado aquí? ¿Dos semanas? Algo así. Y todas las mañanas y todas las noches concurres al Arti en el Samadhi. Eso es al menos lo que me han dicho. Por mi parte no tengo idea de quién concurre al Arti y quién no. Tampoco me importa: ¿qué tengo que ver yo con eso? Pero ayer alguien estuvo diciendo en la sala que tú concurres regularmente y cantas. Ahora bien, ¿cuántos cantos diferentes has oído y entonado durante este tiempo? No, no, no necesito una cantidad, esto es solamente para darte una idea.

Y todas estas canciones tienen muchísimos versos, y cada verso es una manera diferente con la que el poeta ha pensado describirlo a Él y describir Sus atributos. Y hay una cantidad infinita de canciones escritas para Él en alabanza a Él, y aún están escribiendo canciones. Tú escuchaste el canto que Susan acaba de entonar y que ella escribió. ¿Está Susan acá? Salió. ¿Por qué es que todas las veces que necesitamos a alguien, esa persona acaba de salir? ¿Ustedes son videntes o algo por el estilo que, todas las veces que yo voy a llamar a alguien, esa persona se va de la sala? Sea como fuere, no la traigan, déjenla. De todas maneras, si le preguntamos por qué escribió esa canción y si era necesario que escribiera otra, ella diría que las otras canciones no le satisfacen ni describen a su Amado de la manera correcta, y así sigue la cosa, sin que tenga fin. No hay final para las canciones, los poemas e incluso las pinturas. ¿Ven la pintura que está aquí? ¿Saben que la pintó un ciego? Pero esa es otra historia.

Lo que quiero decir es que, cuando vino a visitar a Baba y éste le dijo que pintara su rostro, el ciego empezó a hacerlo, y no sé cuántos retratos hizo, pero parece que eso es todo lo que hizo durante años y años hasta que se quedó absoluta y completamente ciego. Alguien se preguntó cómo pudo pintar tantos retratos. Después de los primeros doce, de los primeros cuarenta y de los primeros cincuenta… ¿qué quedaría por pintar?; sin embargo nunca tuvo problemas porque parece que las expresiones del rostro de Baba eran infinitas. El rostro mismo de Baba es finito, es una forma humana limitada, pero este pintor, que no pintó otra cosa durante años y años, no agotó las expresiones de su rostro. ¿Y si esto es verdad sólo en relación con el rostro de Baba, entonces qué puede decirse de sus otros atributos? Seguramente, son también infinitos.

Ya ves cómo es esto. Sin embargo, cualquier cosa que digas acerca de Dios, Él también está más allá de eso. Es imposible limitar a Dios. Si dices que Dios es la paz perfecta, Él deberá también estar más allá de esa paz perfecta. Pues si Dios es solamente lo que tú dices, entonces lo has limitado y deja de ser infinito. Entonces, si dices que Dios es infinitos atributos, Él deberá estar más allá de eso. ¿Pero qué es más allá de eso? Sin atributos. Dios simplemente Es. He ahí por qué la plegaria empieza diciendo que Dios es sin color, sin expresión, sin forma y sin atributos. Hay simplemente un océano de existencia infinita, pero decir océano es incluso engañoso porque el océano no tiene orillas, no tiene color, no tiene forma, no tiene límite ni nada en parte alguna que no sea también océano. Ese océano está más allá de nuestra imaginación y de nuestra concepción. ¿Cómo Dios tiene entonces Sus atributos? Baba Mismo contestó esta pregunta.

Un día estábamos sentados aquí con Baba. Fue él quien hizo personalmente esta misma pregunta, y después la contestó por nosotros. Nos dijo: 

–Los atributos me son otorgados por los humanos que me aman y quieren glorificarme. ¿Pero quién soy Yo? Yo soy Existencia Infinita y Eterna. Todos los atributos que me son dados surgen de mi Infinita y Eterna Existencia, infinita existencia: infinita. –Baba nos dijo esto dos, tres veces, para que comprendiéramos cabalmente la idea de la infinitud. Baba continuó–: Eso significa que, si yo soy la Existencia Infinita, no hay rincón ni hendidura en la que yo no esté, y por eso la gente me confiere el atributo de que soy omnipresente.

“Ahora bien, el hecho de que yo sea omnipresente significa que no existe el lugar en el que yo no esté. Si yo estoy en todo lugar, entonces nada está oculto para mí y, si nada está oculto para mí, entonces yo debo conocer todo como para que la gente me confiera el atributo de la omnisciencia, de la omnisapiencia.  Y cuando a la vista de esa gente me vuelvo omnisciente, entonces debo saber crear. ¿No se desprende de esto que, si yo lo sé todo, deberé saber crear? Entonces me vuelvo el Creador. Y debo saber preservar y, entonces, me vuelvo el Preservador. Sé disolver y, entonces, me vuelvo Aquel que Disuelve, y por eso se me atribuye la Sagrada Trinidad. Y si yo soy omnipresente, omnisciente, y Quien Crea, Conserva y Disuelve, entonces no es sino lógico que yo sea el gozo absoluto.”

Entonces Baba se vuelve hacia nosotros y nos dice: 

–¿Qué significa que yo diga que soy omnisciente, que lo sé todo? ¿A qué se debe parecer mi experiencia?

Entonces le dijimos: 

–Bueno, lo que tú debes experimentar es que lo sabes todo.

–No, no, no quiero definiciones de los diccionarios, díganme a qué debe parecerse mi experiencia –nos dijo Baba. Entonces todos lo intentamos de una manera y otra, pero ninguna respuesta nuestra satisfizo a Baba, y entonces, como siempre, vino a rescatarnos y nos dijo–: Mi experiencia consiste en que no hay nada que saber.

“Cualquiera que quiera saberlo todo logra un pobre intento de volverse omnisciente. Pero si en verdad yo soy cada cosa y lo soy todo, no hay nada que deba saber, porque yo soy eso. No tengo que saberlo, ya soy eso. Entonces mi experiencia de ser omnisciente consiste en que no hay nada que saber. Yo soy todo. Soy sin atributos, ese es mi estado, pero la humanidad hizo llover atributos sobre mí para glorificarme y recordarme.”

¿Me van comprendiendo? No tienen que estudiarse para saber todo sobre ustedes. Yo no soy ustedes, de modo que, si quiero saber lo que les gusta, lo que les desagrada, y qué están pensando, tengo que estudiarlos y hacerles muchas preguntas, pero ustedes saben todo eso porque son eso. De manera que, si Baba es todo, entonces él lo sabe todo, no tiene que estudiar nada ni tiene que pensar en nada porque él lo sabe automáticamente porque él es eso. ¿Se dan cuenta?

Pero como ustedes saben, el otro día yo le estaba contando a alguien esta anécdota y se me ocurrió esto: ¿En qué medida a uno de ustedes le gustaría que me dirigiera a él gritándole simplemente: “Eh, tú”? Ni siquiera sabría de qué le estaría hablando. Si volviera a decirle “Tú”, pensaría algo, pero no le gustaría. Pero si yo me volviera hacia esa persona y le dijera: “Tom”, se sentiría mejor y eso le gustaría.

Y de la misma manera debe ocurrir con Dios. No debe gustarle que nos dirijamos a Él diciéndole “Tú”. ¿Pero qué otra cosa podemos decirle cuando Él es simplemente Existencia Infinita y cuando Él no tiene forma ni atributos? No hay nombres que podamos usar para Él. Por supuesto, somos bastante inteligentes como para llamarlo “Aquel”, poseemos el sentido común que Él nos dio, pero que sigue siendo solamente una forma cortés de decir “Tú”. Y no implica intimidad y satisfacción para Él como cuando lo llamamos por Su nombre. Y es por ese motivo que usamos Sus atributos. Decimos: “Tú, el Señor de los Señores”, o “El Uno con infinitos atributos”, y es un poco mejor. A Dios le debe complacer un poco más. Por lo menos resulta claro para aquel con quien estamos hablando. Del mismo modo, si digo: “Tú, el que siempre estás grabando estas jornadas”, Dara sabe que me estoy dirigiendo a él. Pero esta manera de dirigirme no es todavía de su agrado como cuando simplemente lo llamo por su nombre. ¿Pero qué nombre podré darle ahora a Dios? ¿Cómo podrá tener un nombre a menos que, y hasta que, por su infinita compasión venga a estar entre nosotros como Hombre entre los hombres y tenga un nombre? ¡Cómo debe encantarle a Dios que finalmente lo llamen con ese nombre!

Esto es verdad incluso en el mundo. ¿Alguna vez han estado cerca de una pareja enamorada? ¿Qué hacen los dos? Se llaman con diferentes apodos. Uno y otro se dicen “querida” o “mi corazón”, y palabras cariñosas de toda clase. Y el amante podría decirle a su amada: “Eres la más hermosa de la tierra, tus manos son tan suaves y tus mejillas tan rosadas, y tus ojos parecen zafiros”, y cosas por el estilo. Él está enumerando los atributos de ella. Pero esto es todo durante el galanteo. Cuando él quiere declararle su amor, no se molesta en esos floridos discursos, se limita a mirar a su amada, da un profundo suspiro y simplemente musita el nombre de ella. Y esto es precisamente lo que su amada anhelaba escuchar. Pero el nombre contiene algo que nos atrapa en lo más recóndito de nuestro ser. No queremos escuchar algo que exalte nuestras virtudes ni queremos escuchar una larga lista de nuestros atributos: incluso eso es demasiado impersonal. Simplemente anhelamos escuchar que el otro diga nuestro nombre de manera muy sentida y amorosa, y eso nos conmueve.

Esto es así, por lo menos en el mundo. Y se me ocurrió que esto también podría ser con Dios. Y que lo que Él anhela escuchar es que lo llamemos por Su nombre. Sí, Él podría estar dispuesto a gozar de nuestras alabanzas y a disfrutar que enumeremos Sus atributos, ¡pero cómo deberá deleitarse Su corazón cuando uno de Sus amantes, vencido por el amor y sin siquiera pensar en eso, suspire y clame a Él dulcemente: “Meher Baba, Meher Baba”!


Dinero
Arrestaron a Baba