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Arrestaron a Baba

Arrestaron a Baba

Arrestaron a Baba

Ahora que han mencionado al prasad, eso me hace acordar de una buena anécdota: ¿Les gustaría escucharla? Esto se relaciona con la visita de Baba a Andhra. Como ustedes saben, después de la Nueva Vida Baba entró en una fase de su trabajo a la que él llamó “la Vida”. Casi todos ustedes la llaman la “Vida Libre y Ardiente” pero, para ser preciso, la Vida Libre y Ardiente fue en realidad una de las tres fases de la Vida. Pero sea como fuere, fue en esta época que Baba viajó primeramente a Hamirpur y Andhra. Y antes de eso, mientras Baba estaba en los Estados Unidos de América, Pendu y yo salimos a recorrer la India. También fuimos a Hamirpur y Andhra, y lo que nos asombró fue que, en todos los lugares a los que íbamos, la gente ansiaba oírnos hablar sobre Meher Baba. En su mayoría nunca habían oído su nombre con anterioridad, pero lo que les contábamos nunca era suficiente. Nos escuchaban durante horas cuando les hablábamos, aun así no estaban satisfechos y querían oír cada vez más. ¿Y por qué? ¿Porque nosotros éramos tan elocuentes? De ninguna manera. Pendu no era un orador, y tampoco lo era yo. Éramos dos bufones, a decir verdad. Sólo visitábamos lugares porque Baba nos había dicho que fuéramos, pero no teníamos nada que decir. Sin embargo, puede decirse que éramos portadores de un regalo precioso: el regalo de Su nombre. Y en todos los lugares a los que íbamos la gente era tan receptiva que, tan pronto oían su nombre, ansiaban verlo.

Puede decirse que eso se parecía a una fruta madura. Ni siquiera teníamos que sacudir los árboles. Entrábamos simplemente en el huerto y la fruta caía en nuestras manos. Pero esa es otra historia. Sin embargo, cuando Baba regresó de los Estados Unidos nos preguntó sobre nuestros viajes y empezamos a contarle, pero un rato después nos detuvo y nos dijo que, en lugar de eso, preparáramos un mapa. Yo todavía lo tengo. Tal vez sea del tamaño de esta alfombra que está aquí, y enumeraba todos los lugares a los que fuimos y cuánto dinero gastamos, y todos los pormenores que podrían interesarle a Baba.

Tiempo después, de repente, Baba pidió el mapa para verlo, y luego anunció que visitaría esas aldeas de Andhra y Hamirpur. No voy a abordar la historia de esa visita, pues no tendríamos tiempo para la anécdota que quiero contarles hoy, pero en verdad fue una época increíble, y yo diría, un espectáculo digno de los dioses, ver cómo el fuego del amor de Baba se esparcía como una marea que nos arrollaba en aquellos días. Hubo muchos episodios conmovedores. Pero nuevamente esta es otra historia. Si les interesa, escribí un breve relato de la visita de Baba. Creo que tengo una copia en algún lugar, y se titula “El Darshan Masivo de Baba” o algo así, que ahora no recuerdo. Pero ni siquiera eso puede hacer justicia a aquellas escenas. No hay modo de que yo pueda hacerles entender cabalmente el fervor y el amor de la gente por Meher Baba.

Pero, por supuesto, a pesar de este amor y de este fervor, estaban aquellos que, llevados por su entusiasmo, pedían a Baba que los bendijera por algún asunto particular. Y Baba los bendecía. Baba les daba bananas como su prasad y gesticulaba: “Les doy mis bendiciones”.

Eso es lo que me acuerdo de esta anécdota. La mención del prasad se debe a que, en esa época, me impresionaban los montones de bananas que Baba acostumbraba a dar. Ustedes saben que en Andhra hay muchísimas bananas y Baba solía darlas junto al camión, lo cual les dará una idea de la cantidad de personas que se apiñaban alrededor de Baba. Y Él daba a las personas sus bendiciones para que tuvieran hijos o trabajo.

Al término de su visita, y al llegar de regreso, Baba me dijo: 

–Quiero que vuelvas. He estado pensando sobre lo que me dijiste. Todo lo que me has dicho se hará realidad. No hay duda de ello, pero tardará un tiempo. Quiero que vuelvas y hagas saber a las personas que no deben esperar que mis bendiciones den fruto inmediatamente. 

Yo le dije: 

–Baba, ellos saben eso. Después de todo, es de sentido común. No esperarán tener hijos inmediatamente.

–No –me dijo Baba–. Quiero que vuelvas y les digas que mis bendiciones se harán realidad, pero eso llevará tiempo.

Traté de disuadir de esto a Baba. Esa era la intimidad que Baba nos permitía. Nos permitía dar nuestras opiniones, y como eso no me pareció necesario, se lo dije. No me gustaba hacer otra vez ese largo viaje en tren para entregar un mensaje que era tan evidente. Seguramente nadie esperaría que las bendiciones de Baba se materializaran así. Pero Baba dejó en claro que él quería que yo volviera, y entonces escribí a aquellas personas y les dije que iba con un mensaje de Baba e hice arreglos para mi visita.

Tomé el tren y bajé en mi primera parada. En el andén me encontré con muchos amantes de Baba quienes inmediatamente me bombardearon con preguntas. 

–¿Es verdad? ¿Es cierto que arrestaron a Baba? ¿Por qué arrestaron a Baba? ¿Cuándo arrestaron a Baba? –y así por el estilo.

–Sí, sí –les dije–, Baba fue arrestado. Pero acabo de llegar. Tengo calor, y estoy cansado y sucio. Primero dejen que me lave y refresque, y luego contestaré todas sus preguntas.”

Entonces hice eso. Me bañé y, mientras me estaba lavando, mi mente empezó a funcionar. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué yo había dicho eso? Me asusté un poco. ¿Por qué yo había dicho impulsivamente que Baba había sido arrestado? Después de todo, el humor tiene un límite, y yo no sabía qué diría ahora. Pero terminé de bañarme y luego me reuní con todos y les dije: 

–Contestaré todas sus preguntas, pero primero debo contestar una pregunta que me hicieron. ¿Quién les dijo que arrestaron a Baba?

–Los niños –me dijeron. 

–¿Qué niños? –Y seguí haciéndoles preguntas hasta que descubrí que la noticia de que habían arrestado a Baba ni bien se fue de Andhra había surgido de la escuela de los misioneros. Parece que la visita de Baba había creado tanta agitación que los misioneros se sintieron amenazados y, para contrarrestar en sus escuelas todo entusiasmo por Baba, hicieron correr el rumor de que lo habían arrestado ni bien se había ido de Andhra.

Entonces le dije a esa gente:

–Sí, es verdad que Baba ha sido arrestado. Ustedes ni deberían haberme preguntado eso. ¿No se dan cuenta de que todos y cada uno de ustedes lo han arrestado con su amor?

–¿Quieres decir que él no está tras las rejas?

–Sí, lo tienen detrás de las rejas de los corazones de ustedes.

–¡Entonces no era verdad que estaba arrestado!

–No, por supuesto que no. ¡Qué disparate! ¿No acabo de venir de estar con Baba? Puedo asegurarles que el amor de ustedes lo ha arrestado, pero nada más lo ha arrestado ni podrá hacerlo jamás.

Y la gente se sintió aliviada. Y era por ese motivo que Baba me había enviado de vuelta. La orden era que explicara que sus bendiciones tardan su tiempo para dar fruto, lo cual fue sólo una excusa para enviarme de vuelta. Baba sabía que esas personas, tan novatas en su amor por él, podrían inquietarse por rumores falsos, de modo que me envió inmediatamente de vuelta para que yo pudiera tranquilizarlas. Me envió por esa razón pero, por supuesto, no lo supe hasta ese momento. Pero todavía no sé qué me hizo decir tan pronto llegué: “Sí, sí, él ha sido arrestado”. Baba puso esas palabras en mi boca. De lo contrario yo habría dicho: “¿Arrestado? ¿En qué están pensando? No sé nada de eso”. Y en cambio dije: “Sí, él ha sido arrestado”. Baba me hizo decir eso. Yo no lo habría dicho por mi cuenta. No pienso con tanta rapidez. Pero Baba puso esas palabras en mi boca para que, al final, toda la situación pudiera cambiar por completo y convertirse en una manera humorística de contar las cosas.

Y es verdad, Baba ha dicho que él es un ladrón. Él es el ladrón perfecto que roba nuestros corazones sin que nosotros siquiera nos demos cuenta. Y entonces nosotros tenemos que hacerlo prisionero, tenemos que arrestarlo, y de nuevo: sólo el corazón podrá hacer esto.


Parvardigar
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