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Pedir amor

Pedir amor

Pedir amor

Estábamos en Andhra, pero ahora no sé si esto fue en 1953 o en 1954. Creo que fue durante la primera vez que Baba visitó Andhra, pero no estoy seguro. En cualquier caso, estábamos en Andhra, eso es lo que sé. Y mientras estábamos allí, Baba viajaba de un lugar a otro. Y en todos los lugares a los que íbamos, había un hombre, un amante de Baba, que solía seguirlo y concurrir a todos sus programas. Había más de un hombre que solía hacer esto, había muchas personas que aprovechaban cada oportunidad que podían tener para estar en compañía del Avatar, pero había un hombre en particular al que esta historia involucra.

Ahora bien, es probable que algunos de ustedes hayan visto las películas o hayan estado aquí cuando algunos de nuestra familia de Andhra nos visitaron, de modo que tienen alguna idea de cómo los oriundos de Andhra expresan su devoción. En lo que a ellos atañe, nada es demasiado bueno para Baba. Ellos solían servirlo con bandejas de plata. Realmente, no estoy exagerando. Andhra es una zona próspera, no como el norte que es muy pobre. Es fértil, hay ríos y allí hay muchas personas que tienen un buen pasar. Y las cosas que hacían por Baba eran a lo grande.

Entonces pueden imaginar las guirnaldas que tenían para Baba. Tenían toda clase de guirnaldas imaginables. Tenían guirnaldas hechas solamente con rosas, guirnaldas hechas con alcanfor, guirnaldas de astillas de sándalo, de hilos de oro y plata, de clavo de olor y cardamomo, y hasta guirnaldas de billetes de rupias. Eran tantas las guirnaldas que yo acostumbraba a tener que retirarlas rápidamente para que no asfixiaran a Baba bajo su peso. Prácticamente en cada programa de darshan Baba acostumbraba a permitir que la gente lo honrara con guirnaldas. Y en cada programa, este hombre del que les estoy hablando estaba parado entre la multitud, miraba amorosamente a Baba y pensaba: “¡Qué suerte tienen esas guirnaldas! ¡Qué suerte tienen al adornar su cuello aunque sólo sea por unos instantes. Sus pétalos reciben las caricias de las mejillas de él. ¡Ellas pueden abrazar su cuerpo!”.

Este hombre al que se le había permitido tener darshan de Baba, también había recibido su abrazo, pero por alguna razón se le ocurrió pensar cuán afortunadas eran las guirnaldas. Tenía razón. Las guirnaldas eran afortunadas, ¡pero cuánto más afortunado era él al adorar conscientemente al Dios-hecho-Hombre! Esa es la suprema bendición de este cuerpo, del cuerpo humano: que conscientemente podemos adorar y amar a Dios. En ninguna otra forma uno puede amar a Dios. Baba nos ha dicho que hasta los ángeles nos envidian porque no tienen cuerpo y no pueden amarlo a él. Ninguno de los seres que habitan los mundos superiores puede ver a Dios. Es solamente en el cuerpo humano que somos bendecidos con esta oportunidad y esta capacidad. 

Pero por alguna razón a este devoto se le ocurrió empezar a envidiar a las guirnaldas. Y de ahí había sólo un corto paso para querer tener para sí una de ellas. A medida que eran más los programas a los que concurría, más se ponía a pensar sobre lo maravilloso que sería si Baba le diera una guirnalda. Eso llegó a ser casi una obsesión, y pueden llamarla así. Esto es lo que nos había inducido a pensar por las cosas que este hombre después nos contó. Hasta que finalizó el viaje de Baba dando darshan, la atención de ese hombre se concentraba más en las guirnaldas que en Baba. Sus emociones se acrecentaron cada vez más, y su corazón se fijó en conseguir una guirnalda.

Y Baba acostumbraba a regalar guirnaldas a sus amantes. Cada tanto llamaba a alguien y, ya fuera hombre o mujer, le daba una guirnalda. O de manera espontánea, cuando alguien pasaba frente a él, se quitaba del cuello una y se la daba. Y cada vez que este hombre veía que sucedía eso, se intensificaba su deseo de recibir de Baba una guirnalda.

Finalmente fue el último día del viaje de Baba, quien dio su darshan y luego se retiró a su habitación. Como de costumbre, tenía el cuerpo empapado de transpiración. La gente habla a menudo sobre cuánto amor solía dar Baba durante un programa de darshan. Eso puede ser, pero no sé nada al respecto; sin embargo, lo que sí sé es que, sea lo que fuera que implicara en otro sentido, dar darshan era un trabajo agotador en el plano meramente físico.

A pesar de que Baba visitaba Andhra en invierno, como esta zona se halla mucho más al sur de aquí, en esos días aún hacía calor. Y Baba se sentaba en el dais (tarima) durante horas seguidas, cubierto con las pesadas guirnaldas que la gente le daba, saludando a sus amantes a medida que desfilaban junto a él y entregando personalmente prasad a miles de personas. Cuando terminaba, tenía su sadra pegado al cuerpo. Entonces, después de un programa, Baba solía retirarse a su habitación en la que podía distenderse.

Esto también sucedió aquí. Habían puesto una habitación a disposición de Baba, y tras el darshan programado, Baba se dirigió a ella. Yo le ayudé a quitarse las guirnaldas que todavía tenía puestas, poniéndolas sobre un montón que ya había ahí. Algunas veces Baba quería cambiarse y ponerse ropa limpia y seca, y otras veces simplemente solía quedarse un rato tranquilamente sentado. Yo estaba con Baba y ni bien entramos en la habitación, Baba me ordenó que llamara a ese hombre. Yo no sabía qué hombre era, pero Baba me lo describió, de modo que salí a decirles a algunos lugareños amantes de Baba que Baba quería ver a un hombre de esas características. Lo reconocieron por la descripción que les di y llamaron a otros que, a su vez, llamaron a otro, y al final ubicaron a ese hombre y le dijeron que fuera a la habitación de Baba.

Al oír eso, el hombre fue de prisa a la habitación de Baba, y todavía lo recuerdo, ni bien abrió la puerta, Baba se agachó y recogió una guirnalda hecha con rosas y se la arrojó, diciéndole con ademanes: 

–Querías esto y aquí lo tienes.

Yo no sabía nada de lo que este hombre había estado pensando. Ignoraba por completo el trasfondo de este episodio. Lo único que vi fue que abrió la puerta, entró dando uno o dos pasos, y de inmediato Baba le arrojó una guirnalda y el hombre se fue. Pero después él me buscó y me contó la historia. Me contó que había anhelado recibir una guirnalda de manos de Baba. Me dijo que cuando terminó el último darshan programado, se abatió muchísimo, pues aparentemente también había terminado su última oportunidad de recibir de Baba una guirnalda. Estaba completamente devastado porque había elaborado mentalmente esta idea hasta tal punto que creía que definitivamente él debía obtener una guirnalda.

No lo podía creer cuando Baba lo llamó y, sin decir una sola palabra, recogió una guirnalda y se la arrojó con esta observación: “Querías esto y aquí lo tienes”. El hombre se marchó convencido de que Baba no sólo pudo escuchar el clamor de su corazón, sino que también lo contestó.

Por supuesto, cuando cuento esta anécdota, acostumbro a agregar que es verdadera: Baba escucha el clamor de nuestro corazón. Por esto es muy importante que nuestro corazón clame por Él. Vean, una vez Charles tuvo que venir con un grupo de estudiantes que en su mayoría llegaban aquí por primera vez. Y una de las muchachas del grupo escuchó tantas anécdotas sobre Baba que su anhelo inicial fue verlo por un instante. A medida que nos oía hablar más sobre Baba, más quería ella experimentar cómo sería su presencia física. Pueden decir que “se había enamorado” de Baba.

Al pasar los días, su anhelo era cada vez mayor y rezaba para poder ver por un instante a Baba. Ella no nos decía lo que estaba pensando; nosotros no percibíamos sus ansias, su anhelo de ver a Baba en su cuerpo físico. Pero su anhelo era tan grande que un día, estando sentada aquí en Mándali Hall, ella vio al Amado Baba sentado en la silla. Estaba embargada de júbilo pero, al mismo tiempo, parecía tan natural que Baba estuviera ahí que no lo llamó en voz alta. No le dijo nada y se limitó a dar por sentado que Baba estaba sentado en su silla.

Yo no supe nada de esto. Pasó el tiempo, y un día yo le conté la anécdota de la guirnalda. La muchacha que había tenido la visión de Baba empezó a pensar en eso y se deprimió. Esto fue precisamente antes de que el grupo tuviera que regresar, y el último día, repentinamente, descubrí que la muchacha estaba llorando. 

–¿Qué sucede, Jane? –le pregunté, pensando que probablemente estaba llorando porque estaba triste por tener que irse de aquí. Pero ella alzó la vista y me espetó: 

–Yo debía haberle pedido amor. Yo debí haberle pedido amor.

–¿De qué estás hablando? –le pregunté, y entonces me contó toda la historia: así como aquel hombre había querido una guirnalda y Baba se la había dado, de igual manera ella también había pedido ver a Baba por un instante y él le había permitido que lo viera. 

–Pero si yo solamente le hubiera pedido amor –me dijo ella–, entonces él me lo habría dado. ¿Por qué le pedí tan poco?

Si Dios nunca nos concediera lo que deseamos, no importaría mucho que lo anheláramos. Pero debemos ser muy cuidadosos porque él nos da lo que nosotros le pedimos de todo corazón. Por supuesto, éstas sólo son palabras. Podemos decir que queremos amor, pero Baba no escucha lo que nosotros le decimos sino lo que nuestro corazón clama. Podemos pensar que queremos amar a Baba, pero si realmente quisiéramos amarlo, él nos daría este amor. Él está más ansioso de darnos el regalo de amor que nosotros de recibirlo. Eso es un hecho. Podemos decir que queremos amarlo, pero en realidad queremos amarnos a nosotros mismos. Es por este motivo que aún estamos aquí. Es por este motivo que yo soy Eruch todavía. Si yo amara verdaderamente al Señor, yo dejaría de ser Eruch y no estaría hablando de mi amor a Él.

Pero aunque sinceramente no pudiéramos anhelar el amor, podemos anhelar mucho tiempo el amor. Eso está siempre a nuestro alcance. Si nuestras plegarias en procura del amor no son sinceras sino mecánicas, al menos podemos orar para volvernos más sinceros cuando oramos. Si no podemos correr hacia el Señor, al menos podemos caminar, y si no podemos caminar, podemos gatear. Y aunque no podamos gatear, podemos orar para ser algún día capaces de gatear. Y para sorpresa nuestra, podemos descubrir que ni siquiera es necesario gatear porque el Señor Mismo ha venido hasta nosotros y nos está llevando sobre su espalda.

Pero es cuestión de que nos acordemos de que queremos al Señor y no a su guirnalda. Si queremos su guirnalda, él nos la dará. ¿Y después qué? Por ese motivo les digo que él les dispensará lo que le rueguen. Estas no son meras palabras vanas, he visto suceder esto aquí frecuentemente. Por eso tengan cuidado y rueguen por algo que valga la pena. Permítanme que les dé otro ejemplo. 

Esto ocurrió en Guruprasad. Ojalá todos ustedes hubieran visto Guruprasad para que pudieran representárselo mentalmente. Entonces podrían tener alguna idea de cuán enormes muchedumbres solía haber allí congregadas por el darshan de Baba. Y cuán largas eran las filas que solían extenderse cuando la gente estaba parada durante horas esperando tener la oportunidad de pasar delante de Baba. Ni bien uno llegaba hasta ahí, había otro empujando para ser el siguiente que tendría darshan. Uno estaba parado durante horas, sin poder disponer siquiera de un minuto, de unos instantes yo diría, para estar delante de Baba, y entonces te empujaban y se terminaba tu turno.

Ahora bien, en esta cola para recibir darshan había un hombre, un amante de Baba, que estaba esperando tener la oportunidad para saludarlo. Como estaba parado en la cola, a cierta distancia de Baba, notaba que, a veces, cuando las personas estaban delante suyo, él les acariciaba las mejillas, a veces les palmeaba el hombro, preguntaba a algunos por sus familias, y podría bromear con otros. Aquel hombre miraba esto. Disponía de mucho tiempo. ¿Qué otra cosa tenía que hacer sino mirar a Baba? Vean que la larga cola del darshan tenía esta ventaja. Si bien era escaso el tiempo que uno pasaba delante de Baba, se tenía la oportunidad de pasar horas mirándolo fijamente cuando avanzabas lentamente palmo a palmo.

Incluso ahora, en el tiempo de Amartithi, ustedes oyen que la gente se queja por las colas. Ustedes saben que en este último Amarthiti la gente tardó cinco horas en tener darshan dentro del Samadhi. Esto es penoso para los ancianos, y físicamente difícil para que algunas personas estén de pie todo ese tiempo. Pero descubrí que no es esta gente la que se queja. Son los jóvenes los que se quejan. Los ancianos aprendieron el secreto de la paciencia, y son los jóvenes los que quieren que todo sea instantáneo. Y ellos se quejaban, no todos, ni siquiera la mayoría, sino unos pocos aquí y allá. Estaban los que se quejaban por tener que estar de pie cinco horas en la cola. ¿Para qué? Para postrarse y pasar unos pocos segundos dentro del Samadhi. Porque ni siquiera entonces, después de todo ese tiempo en la cola para tener darshan, se les permitía que estuvieran todo lo que quisieran con Baba dentro del Samadhi.

Así era cuando Baba estaba en su cuerpo dando darshan. Hay incluso personas apostadas dentro del Samadhi, las cuales tienen la obligación de que nadie pase demasiado tiempo prosternado. Ni siquiera se permite postrarse ante Baba porque eso demoraría demasiado tiempo. ¡Imagínense! Pero eso está bien; tenemos que hacer esto o, de lo contrario, en lugar de cinco horas, se tardaría el doble. Llegabas el día 30, te ponías inmediatamente en la cola del darshan y, si tenías suerte, podías tener darshan una vez antes de que terminara Amarthiti. Les digo que eso sucede. Dentro de poco no se permitirá estar dentro del Samadhi, y las personas tendrán que tributar su reverencia solamente desde el umbral. ¿Pero qué vamos a hacer? La culpa es de él. Es él quien atrae tanta gente hacia sí. Nosotros nos preocupamos por el tamaño de las multitudes. En el futuro habrá lakhs (cien mil) personas en lugar de miles. ¿Por qué digo lakhs? Habrá crores (diez millones), y lo que experimentamos ahora en Amarthiti, sucederá todos los días en la Tumba. ¡Entonces solamente imaginen cómo será en el tiempo de Amarthiti! 

Pero lo que les estaba contando era que, aunque algunas personas se quejan por el largo tiempo que tardan en la cola para tener darshan, escuché a una mujer, a una anciana, que decía lo feliz que estaba porque la cola fuera tan larga, pues eso le permitía pasar muchísimo tiempo frente a Baba, pensar en Baba y prepararse para encontrarse con Baba. ¿Ven la diferencia? ¿Por qué no ver las cosas como esta mujer las ve? En lugar de enfadarse por disponer de tan poco tiempo dentro del Samadhi, sean agradecidos por disponer de tanto tiempo fuera del Samadhi  y por pararse en su umbral. Eso es lo encantador. Eso es lo que Baba siempre quería decirnos.

¿Qué obtendrán ustedes cuando lleguen a la Realización? Sólo se darán cuenta de lo que ya son. ¡Pero ustedes son eso! Ya son eso, ¿entonces qué obtendrán cuando lleguen a la Realización?: nada. Todo el encanto consiste en el juego previo a la Realización. Cuando pueden disfrutar la aparente separación entre ustedes y Dios. En eso radica el encanto, siempre y cuando sean conscientes de eso; de no ser así, es una pesada faena. Ni bien uno se da cuenta de quién es realmente, el juego se termina. Ya no hay más amor porque no hay más separación. Para que el amor florezca se necesita un Amado y un amante, y una vez que realizan a Dios, el Amado y el amante llegan a ser uno solo. Es por este motivo que nació todo esto, para que Dios pudiera disfrutar el juego del amor. He ahí la razón de ser de la Creación. Dios significa Amor y, para que Dios disfrute el juego del amor, deberá haber amor, amar y ser amado.

¿Qué obtendrán ustedes una vez que estén dentro del Samadhi? La oportunidad para prosternarse. ¿Y después qué? Entonces tienen que irse. Es siempre así. Nunca les es posible quedarse a sus pies. Nunca les es posible simplemente sentarse, contemplarlo y adorarlo todo el tiempo que quisieran. Ese instante pasa, y deben seguir caminando. Pero donde tenemos esa oportunidad es al acercarnos a Baba. Eso sucede cuando podemos pensar en Baba, cuando podemos contemplar a Baba todo el tiempo que queremos. Eso sucede cuando podemos disfrutar anticipadamente el encuentro con Baba. Es por ese motivo que ustedes son tan afortunados. Porque aún tienen que esperar esto con ansias. Eso es seguro. Por ese motivo están aquí ahora. Por así decirlo, están en la cola del darshan. Avanzan muy despacio, tan lentamente que a veces parece que no se están moviendo para nada, o que nunca llegarán hasta sus pies, pero ustedes llegarán allí. Una vez Baba nos dijo y describió que la vida es como una procesión que está en marcha todo el tiempo. Los de atrás no tienen idea de lo que sucede adelante, ni siquiera hacia dónde están yendo en todo caso.

En esta interminable procesión de la humanidad, el Dios-hecho-Hombre, el Antiguo, el Avatar aparece de vez en cuando. Su aparición es tal que los de las filas de adelante se detienen y lo contemplan. Los de atrás estiran sus cuellos hacia adelante para ver qué está sucediendo. Los de atrás empiezan a preguntarse entre ellos: “¿Qué sucede? ¿Por qué se han detenido?”. Y los que están mucho más atrás ni siquiera se dan cuenta de que la procesión se ha detenido. Ustedes saben cómo es esto; deben haber visto una larga procesión. Incluso después de que los de adelante se detienen, pasa bastante tiempo hasta que los de atrás hagan lo mismo. Y esta procesión no termina nunca, de modo que los de atrás nunca dejan de moverse. Ni siquiera se dan cuenta de que ha sucedido algo en el sector delantero de la procesión.

Baba nos dijo que a todos nos pasa algo parecido. Sólo los de adelante son conscientes de su advenimiento, y solamente los que están muy adelante llegan realmente a verlo y a estar con él. Pero la procesión termina para ellos una vez que lo vieron y estuvieron con él. Y entonces los que estaban detrás pasan a ser los que están alineados adelante. Entonces, la siguiente vez, el mismo Antiguo regresa, y ellos son los que lo ven y llegan a estar con él. El hecho de que ustedes estén aquí, de que hayan oído hablar de Baba, y de que se hayan sentido atraídos para venir aquí, significa que se están acercando a los que están alineados adelante. Tal vez ustedes no lo han visto, pero son los que saben que la procesión se ha detenido. Están estirando sus cuellos para poder ver un poco, mientras les preguntan a los que están delante de ustedes en la cola: “Ustedes pueden ver? ¿Qué aspecto tiene él? ¿Qué está sucediendo?”

Es por ese motivo que yo les digo que ustedes son afortunados. Sé que ninguno de ustedes me cree cuando les digo esto; piensan que las mías son sólo palabras y que trato de hacer que se sientan mejor, pero, hermano, no es eso, te digo que no es eso. Tú eres afortunado. Ya es tiempo de que aproveches al máximo esta oportunidad. Eso es lo que hizo ese hombre en la cola. Pasó todo su tiempo mirando a Baba. Mirando lo que el rostro de Baba expresaba. Observando la manera con la que Baba se relacionaba con cada persona que se acercaba a él.

Y cuando estaba en la cola, se puso a pensar: “Me pregunto qué hará Baba cuando llegue mi turno. ¿Me dará una palmada en el hombro? ¿Me acariciará la mejilla? ¿Qué me preguntará? ¿Me preguntará sobre mi familia, sobre mi trabajo y sobre mi salud?”. Y así pasó su tiempo mientras alternaba el hecho de mirar a Baba y de preguntarse cómo sería recibido cuando fuera finalmente su turno de saludar a Baba.

Al final le llegó el turno. Y cuando se detuvo frente a Baba, Baba se dio vuelta hacia un lado para decirme algo. No recuerdo exactamente de qué se trató todo eso, pero Baba se estaba preguntando si uno de sus amantes había conseguido su pasaje del tren para su viaje de regreso. Me estaba preguntando si había habido algún problema y si esa persona podría regresar ahora sin dificultades. Fue algo así, algo completamente extraño. Y luego, antes de que Baba pudiera darse vuelta, a este hombre lo empujaron para que siguiera, pues su turno había terminado. Estaba muy sorprendido. No podía admitir que, después de todo ese tiempo, su turno hubiera llegado y concluido, y Baba ni siquiera lo hubiera mirado. Estaba completamente anonadado. Se dirigió hasta el sector trasero de esa muchedumbre y se quedó ahí, abatido y desdichado. Y cuando estaba ahí parado, entonaron el arti señalando el final del programa. Después del arti Baba gesticuló: 

–Ahora váyanse. –Y todos se dispersaron.

Las personas eran siempre reacias a dejar a Baba, de modo que él tenía que recurrir a varias maneras para conseguir que se fueran. A veces Baba daba una conmovedora plática sobre la obediencia y después les preguntaba a los allí reunidos si estaban deseosos de obedecerle. Por supuesto, habiendo sido inspirados por las palabras de Baba sobre el tema, todos levantaban la mano en señal de afirmación y obedecían. 

–Entonces váyanse –les decía Baba–. Quiero que esta sala esté vacía en dos minutos. –Y entonces la gente se daría cuenta que Baba había sido más listo que ellos. No podía hacer otra cosa que irse después de prometerle a Baba que le obedecerían.

¿Por qué se cantaba el arti a Baba? ¿Baba necesita que le cantemos su arti? Sea como fuere, ¿qué es el arti? En su sentido más verdadero, arti es simplemente el espontáneo clamor del corazón. Si Baba se apareciera ahora aquí de repente, ¿qué dirían? Darían un sofocado grito: “¡Oh, Baba!”. Y ese sería el arti de ustedes. Pero la gente quería cantárselo a Baba. Aquí es tradición: así nos educaron para que adoráramos a Dios y, considerando que Baba es Dios, sus amantes querían rendirle culto apropiadamente. ¿Entonces Baba permitía que sus amantes le cantaran su arti. ¿Pero por qué no ven lo práctico que era Baba? Baba utilizaba el arti como una señal de que el darshan programado había concluido. El requisito era que sus amantes aceptaran el hecho de que tenían que irse una vez que se cantara el arti. Si no fuera así, ellos seguirían quedándose.

Entonces, cuando este hombre oyó que cantaban el arti, supo que el programa había terminado y se sintió completamente abatido y marginado. La gente empezó a salir de la sala ni bien terminó el arti. Sabían que eso era lo que Baba quería y esperaba de ellos. Pero Baba señaló a alguien que estaba detrás de la muchedumbre y me indicó esto: 

–Llama a aquel hombre.

–¿Qué hombre, Baba? –le pregunté–. ¿El de la camisa roja? –Baba sacudió la cabeza y señaló, mientras yo le describía los que estaban detrás, hasta que Baba me indicó que yo había encontrado al hombre correcto.

Era el que se había sentido tan desdichado porque Baba había girado la cabeza cuando era el turno para que él tuviera su darshan. Lo hice venir y Baba empezó a hacerle muchísimas preguntas íntimas sobre su familia y sobre él mismo. Baba lo saludó con tanto amor y tanta dedicación que el hombre se echó a llorar. Siempre sucede eso. Primeramente, Baba da su amor y luego, quien lo ama, llora. Mani suele decir que eso no es llorar sino derretirse, el corazón de quien ama se derrite bajo los rayos del amor de Baba. Sea como fuere, sabemos por experiencia que el corazón humano no puede soportar la presencia de Dios-hecho-Hombre sin derramar lágrimas. No sé por qué, pero es así. Estamos acostumbrados a eso después de todos estos años.

Posteriormente este hombre vino a verme y me contó toda la historia, todo lo que había estado ocurriendo en su corazón, y luego nuevamente se echó a llorar, diciendo: 

–Eruch, no tienes idea del amor que Baba nos tiene. –Y es verdad. ¿Cómo puedo explicárselos? Baba simplemente le preguntó a este hombre cómo estaban él y su familia, y eso lo abrumó y, sin poder contenerse, empezó a llorar. Fue un simple gesto de parte de Baba, y vean el efecto. ¿Y por qué tiene semejante efecto? Porque no se trata de un gesto de parte de Baba ni de una pose que adopte para hacer que quienes lo aman se sientan bien. No, es algo mucho más profundo que eso. A veces en nuestro caso, alguien como yo, que era un observador, que estaba mirando todo esto como un observador independiente, pensaba: “Baba es solamente cortés. Baba está complaciendo a este hombre”. Pero ahora sé que no es eso. Detrás de esto hay algo. Baba era el anfitrión perfecto, no hay duda. Pero la razón de semejante efecto consistía en que este gesto era en respuesta al clamor del corazón de quien lo amaba.

Es por ese motivo que les digo que clamen a Baba. No tengan miedo de pedirle algo. Si ustedes no pueden implorar a Baba, ¿entonces a quién podrán hacerlo? Baba decía siempre que nunca deben vacilar en pedirle algo pero, al mismo tiempo, no deben esperar una respuesta. Pidan, pero no esperen una respuesta. Sin embargo les advierto, él responderá. Él oirá no solamente el ruego de sus corazones sino que también les dará cuanto le pidan desde lo profundo de sus corazones. Y es por eso que, en lugar de pedirle a Baba una guirnalda o una caricia, pídanle amor.


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