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La Reencarnación y el Karma. Parte VII El Destino del Individuo que Reencarna

La Reencarnación y el Karma. Parte VII El Destino del Individuo que Reencarna

La Reencarnación y el Karma

Parte VII
El Destino del Individuo que Reencarna

Las deudas y los créditos kármicos

La serie de encarnaciones que el alma es impulsada a tomar por determinación de su karma tiende a ser interminable. El individuo tomó contacto con innumerables personas mediante innumerables vidas, y tuvo con ellas toda clase de relaciones en las que dio y también  recibió, involucrándose en una maraña, en una red que consiste en toda clase de deudas que tiene que pagar y créditos que tiene que recibir. Según la ley kármica, no puede evitar las deudas ni los créditos puesto que ambos son consecuencia del karma inspirado por el deseo. Así, sigue encarnando a fin de saldar sus deudas y recibir sus créditos, pero, aunque esto signifique querer cancelar su cuenta, a menudo es incapaz de poder hacerlo.

La dificultad de saldar deudas y créditos

Todas las personas con las que el individuo tuvo vínculos kármicos de deudas o créditos, es probable que no hayan encarnado cuando él encarnó. O debido a las limitaciones impuestas por sus propias capacidades y sus propias circunstancias, es probable que sea incapaz de satisfacer todas las complejas necesidades que una situación exige. Mientras está tratando de cancelar esas cuentas con quienes tiene vínculos en el pasado, precisamente al intentarlo no puede dejar de crear nuevos derechos y reclamos relacionados con las cuentas del pasado. Ni siquiera con personas nuevas podrá dejar de crear deudas y créditos de diversa clase y magnitud, e involucrarse con esas personas. De manera que el individuo sigue incrementando sus deudas y sus créditos, y el resultado de esto es que sus complicaciones kármicas interminables, complejas y en aumento no tienen salida.

El Maestro puede ayudar a saldar las deudas y los créditos

El hilo de las deudas y los créditos kármicos se devanaría interminablemente si esas situaciones kármicas no tuvieran salida con el auxilio de un Maestro. El Maestro no sólo puede iniciar al peregrino en el arte supremo de no atascarse kármicamente, sino que también puede instrumentar directamente su liberación respecto de sus complicaciones kármicas. El Maestro alcanzó la unidad con Dios, cuya vida cósmica y universal incluye a todas las personas. Al ser uno con toda la vida y con la capacidad que él representa, puede llegar a ser, en beneficio del peregrino, el instrumento que cancelará toda las deudas y los créditos que cobraron vida por las relaciones del aspirante con incontables personas con los que estuvo en contacto en sus encarnaciones. Si una persona tiene que atarse a alguien, lo mejor para ella es que se ate a Dios o que se ate a un Maestro, porque esta atadura facilita en última instancia la liberación respecto de todas las demás ataduras kármicas.

La relación entre discípulo y Maestro continúa a través de las vidas

Cuando el karma bueno de vidas pasadas aseguró al peregrino el beneficio de tener un Maestro, lo mejor que el peregrino  puede hacer es entregarse al Maestro y ponerse a su servicio. Al entregarse al Maestro, el buscador de conocimiento arroja su carga kármica al Maestro, quien tiene que hallar los modos y medios para liberarlo de esta. Al ponerse al servicio del Maestro, gana la oportunidad de deshacerse de sus enredos kármicos. La relación entre el Maestro y el discípulo suele continuar de una vida a la otra durante varias encarnaciones. Los que han estado conectados en vidas pasadas con un Maestro son atraídos hacia el Maestro por un magnetismo inconsciente, sin que sepan por qué son atraídos de esa manera. En forma habitual y aparentemente inexplicable, hay una larga historia de devoción que el discípulo siente por su Maestro. El discípulo a menudo está comenzando en el sitio que dejó en la última encarnación.

Solicitando la gracia del Maestro

Cuando el discípulo solicita la atención y la gracia de un Maestro, no lo hace sin razón. A veces el Maestro parece impartir espiritualidad a un discípulo sin que de parte del discípulo haya aparentemente esfuerzo o sacrificio. Pero éstos son siempre casos en los que el discípulo ganó el derecho a este favor por vínculo y esfuerzos en vidas pasadas. El amor y la devoción que el discípulo haya sentido por el Maestro en vidas pasadas ha generado una profunda conexión entre él y el Maestro, por lo que el despertar del anhelo espiritual en el discípulo se equipara con la gracia y el auxilio que fluyen hacia él desde el Maestro. Es por medio de su propio karma no vinculante, que no crea ataduras, que una persona solicita la gracia del Maestro, tal como mediante su propio karma vinculante provoca sobre él, el placer y el dolor, al igual que lo bueno y lo malo, de lo cual él es receptor en esta vida, en esta encarnación.

El progreso espiritual requiere un esfuerzo enérgico

Por regla general, la persona que entró en el sendero espiritual avanza gradualmente hasta que alcanza la meta; esto no se aplica a quienes no ingresaron definitivamente en el sendero y no tienen un Maestro que los guíe. En su búsqueda caótica, desordenada que dura varias vidas, son mayoría las personas que probablemente se aparten de la meta por la acumulación de sanskaras que las atan. De ahí que no pueda decirse que el progreso espiritual sea automático, en el sentido de que no se producirá sin un esfuerzo fuerte, sin un esfuerzo enérgico generado por el buscador.

El peligro de retroceder

Sin embargo, tarde o temprano, la lógica de la experiencia recogida durante varias vidas impulsa a todos a entrar en el sendero espiritual y buscar la meta suprema. Una vez que el peregrino entra en el sendero, suele avanzar de modo constante. A medida que avanza por el sendero, suele desarrollar ciertas aptitudes latentes que le permiten no sólo experimentar conscientemente los mundos internos tanto sutil, como mental sino también manejar fuerzas y poderes disponibles en planos superiores de la consciencia. Sin embargo, el cruce de los primeros planos no asegura un avance seguro y constante. En el sendero hay muchos peligros y, a menos de que cuente con la segura guía de un Maestro, el peregrino corre el riesgo de retroceder.

El Yoga-bhrasta

Desde los primeros planos, el peregrino puede experimentar un receso. En vez de avanzar hacia Dios puede llegar a sufrir un severo retroceso, como ocurre en casos excepcionales en un aspirante del cuarto plano. Por abusar de sus poderes puede provocar una caída tal, que tarde muchísimo tiempo en regresar al primer punto de su avance. Al peregrino que tiene una caída de ésas se lo llama yoga-bhrasta. Hasta los yoguis están sujetos a la inexorable ley del karma, la cual nada sabe de excepciones, concesiones o preferencias. La travesía espiritual se torna segura y constante solo cuando el aspirante tiene la ventaja de que un Maestro Perfecto lo guíe, y sólo entonces no hay posibilidades de caer o retroceder. El Maestro guía al peregrino a fin de evitar el karma negativo en el que de otra manera podría involucrarse.

El buscador de conocimiento  sigue recorriendo el sendero espiritual durante varias encarnaciones hasta que finalmente llegue a la meta. Tienen que pasar siglos de continuos sacrificios, servicio, purificación personal, sufrimiento y empeñosa búsqueda si el peregrino ha de estar espiritualmente preparado para realizar finalmente a Dios. La realización de Dios, que es la meta del alma que reencarna, nunca se logra en una sola vida. Es siempre la culminación de un continuo esfuerzo a través de muchas vidas. El karma poco inteligente de muchas vidas ha creado las ataduras del alma individual, y hay que deshacerlo mediante la persistente creación de un karma inteligente y no vinculante durante muchas vidas más.

El poder del deseo detrás de las reencarnaciones

El poder que mantiene atada al alma individual a la rueda del nacimiento y la muerte es el deseo de existencia separada, la cual es una condición para que una gran cantidad de deseos se conecte con objetos y experiencias del mundo de la dualidad.El ego sigue encarnándose para satisfacer los deseos. Las impresiones que crean y dan vida a la mente egoica desaparecen cuando desaparece toda forma de deseo. Al desaparecer estas impresiones, el  ego queda de lado y el resultado de esto es que se realiza el Alma Universal única, eterna e inmutable, o Dios, que es la única Realidad. La realización de Dios es el fin de las encarnaciones de la mente egoica porque es el fin de su existencia misma. Mientras la mente egoica existe en alguna forma, hay un deseo inevitable e irresistible de encarnar. Cuando la mente egoica cesa, las encarnaciones cesan al cumplirse finalmente la realización del Ser.

La culminación de las reencarnaciones

La vida del alma que reencarna tiene muchos episodios y fases. La rueda de la vida gira incesantemente, elevando al individuo hasta las alturas o haciéndolo bajar de las altas posiciones. Así contribuye a que enriquezca su experiencia. Los ideales que no se concretaron en una vida se persiguen posteriormente en la siguiente; se termina lo que no se concluyó; se pulen las aristas de los esfuerzos inacabados; y finalmente se enderezan las equivocaciones, los errores, los daños . Las cuentas que las personas contraen al dar y al  recibir se reajustan saldando las deudas y los créditos kármicos. Por último, por la madurez de la experiencia y la disolución de la mente egoica, el alma ingresa en la unidad única de la vida divina. En esta vida divina no existen las ataduras de dar ni las ataduras de recibir porque el alma ha trascendido por completo la consciencia de la separación, la consciencia de la dualidad.

La analogía del drama

El drama de la vida continua del alma individual tiene muchos actos. Desde el punto de vista de la existencia mundana del alma, puede decirse que, al terminar cada acto, el telón cae sobre esa vida. Pero ningún acto tiene verdadera significación si se lo considera completo en sí mismo. Hay que contemplarlo desde su más amplio contexto como un eslabón entre los actos que ya se representaron y los que aún han de venir. Su significado se entrelaza con el tema de todo el drama del cual es una parte. El final del acto no es el final del tema progresivo. Los actores desaparecen del escenario terrenal solamente para volver a reaparecer con nuevas capacidades y nuevos contextos.

El juego de las escondidas

Los actores se enfrascan tanto en sus respectivos papeles que los consideran la esencia y el final total de toda la existencia. Durante la mayor parte de sus vidas continuas, a través de innumerables encarnaciones, no son conscientes de esta verdad fielmente guardada: que el Autor del drama, en su producción imaginativa, Él Mismo se convirtió en todos los actores y se puso a jugar a las escondidas a fin de entrar en posesión plena y consciente de su propia infinitud creadora. La infinitud tiene que pasar por la ilusión del estado finito para conocerse como Infinitud; y el Autor tiene que representar todos los roles de todos los actores para conocerse a Sí Mismo como el Autor de esta máxima historia detectivesca, elaborada a través de los ciclos y ciclos de la creación.