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La Naturaleza del Ego y la Erradicación del Ego. Parte I El Ego Como Centro del Conflicto

La Naturaleza del Ego y la Erradicación del Ego. Parte I El Ego Como Centro del Conflicto

La Naturaleza del Ego y la Erradicación del Ego

Parte I
El Ego Como Centro del Conflicto

El origen del ego

En la etapa pre-humana la consciencia tiene experiencias, pero estas experiencias no se relacionan explícitamente con un “yo” central, un yo dominante. Por ejemplo, un perro puede ponerse furioso, enojarse, pero no sigue sintiendo “Yo estoy furioso”. Incluso en este caso descubrimos que el perro aprende por medio de algunas experiencias y así basa la acción de una experiencia sobre otra experiencia, pero esta acción es resultado de una tensión semimecánica de impresiones unidas, de impresiones conexas, o sanskaras. Esto difiere de la síntesis inteligente de las experiencias que el desarrollo de la consciencia del yo hace posible. El primer paso al someter la labor de las impresiones aisladas a una regulación inteligente consiste en relacionar todas estas impresiones con el centro de la consciencia, el cual aparece como el ego explícito limitado. La consolidación de la consciencia basada en el ego es muy clara y definida desde el comienzo de la consciencia en la fase humana.

La formación del ego

La consciencia humana sería nada más que un depósito de acumuladas impresiones de variadas experiencias si no contuviera el principio de la integración centrada en el ego este principio  se expresa en el intento de organizar y comprender la experiencia. El proceso por el que se comprende la experiencia implica la capacidad de tener distintas porciones de experiencias juntas como partes de una unidad, y la capacidad de evaluarla relacionándolas entre sí, mutuamente. La integración de los opuestos de la experiencia es una condición para liberar a la consciencia de la servidumbre de compulsiones y rechazos diversos que tienden a dominar a la consciencia sin tener en cuenta la evaluación. Los primeros intentos para obtener esta integración se efectúan mediante la formación del ego como  base y como centro.

El ego surge para satisfacer una necesidad

 El ego nace como un acompañamiento explícito e indefectible de todos los sucesos de la vida mental con la finalidad de satisfacer determinada necesidad. El papel que el ego representa en la vida humana se puede comparar con la función del lastre en un barco. El lastre del barco evita una oscilación excesiva. Es probable que sin lastre sea demasiado liviano, el barco sea inestable, y corra peligro de zozobrar a causa de vendavales o de fuertes oleajes. Entonces la energía mental se bloquearía interminablemente en los múltiples laberintos de la experiencia dual, se derrocharía y se disiparía totalmente si no existiera un núcleo provisorio. Este núcleo provisorio es el ego. Entonces el ego acumula todas las experiencias adquiridas, se dedica a juntar las tendencias activas derivadas de los instintos relativamente independientes, heredados de la consciencia animal. La formación del ego proporciona una cierta dosis de estabilidad a los procesos conscientes, a la vez que garantiza un equilibrio operativo, que postula una vida planificada, una vida organizada.

El mal necesario

Por lo tanto, sería un error imaginar que el ego surge sin propósito alguno. Aunque sólo surja para finalmente desaparecer, provisoriamente satisface una necesidad que no podría haber sido ignorada en la larga travesía del alma. El ego no tiene por objeto ser una desventaja permanente, puesto que puede ser superado y trascendido mediante la labor espiritual. Sin embargo, la fase durante la cual el ego se está formando hay que considerarla como un mal necesario que existe por  momentos.

El ego crea divisiones y crea separación

De manera que el ego señala y satisface determinada necesidad en el avance de la consciencia. Sin embargo, puesto que el ego se refugia en la falsa idea de que es el cuerpo, es fuente de mucha ilusión, la cual desnaturaliza la experiencia. Es la esencia del ego sentirse separado del resto de la vida contraponiéndose a las otras formas de vida. De modo que, aunque internamente trate de completarse e integrar la experiencia individual, el ego también crea una división artificial entre la vida externa y la vida interna en su intento de sentir y de asegurar su propia existencia. Esta división en la totalidad de la vida sólo puede tener repercusiones en la vida interior del individuo, que el ego preside como  genio, como centro, como guía.

El ego se convierte en fuente de conflictos

El ego nunca puede concretar su objetivo, si bien se empeña en lograr siempre la unidad y la integración sobre la base de la experiencia. Aunque establece cierta clase de equilibrio, este equilibrio es sólo provisorio, es  temporal. El hecho de que sus logros sean incompletos se ponen en  evidencia por el conflicto interno que nunca está ausente mientras a la experiencia se la encare desde el punto de vista del ego. Un momento tras otro, la mente del hombre experimenta una serie de conflictos. Vemos cómo la mente de las personas eminentes y distinguidas, y también la de la gente común y corriente, son acosadas por deseos y tendencias en pugna, aspectos contrarios internos. El conflicto que la mente afronta es a veces tan agudo que la persona cede a las presiones psíquicas,  a las presiones mentales y la mente se trastorna total o parcialmente. En realidad, no hay una diferencia vital entre el individuo normal y el denominado anormal. Ambos tienen que hacer frente a los mismos problemas, pero uno puede resolver más o menos exitosamente los suyos, mientras aquel que llamamos anormal, no puede.

La falsa evaluación

El ego intenta resolver sus conflictos interiores mediante evaluaciones falsas, mediante  elecciones equivocadas. Lo característico del ego es que considera importante todo aquello que no es importante, y resta importancia a todo lo que realmente es importante. De manera que, aunque el poder, la fama, la riqueza, las habilidades y otros logros y realizaciones de este mundo realmente no son importantes, al ego le encanta poseer y aferrarse a todo esto considerándolo como propio, considerándolo como “mío”. Por otra parte, la verdadera espiritualidad que realmente es muy importante para el alma,  el ego considera que no lo es.

Por ejemplo, si una persona experimenta algún trastorno corporal o algún trastorno mental mientras realiza una labor espiritualmente importante, espiritualmente valiosa, el ego interviene para asegurarle al cuerpo o a la mente una comodidad que no es importante, aún a costa de que renuncie a la labor espiritual que si, es realmente importante. La comodidad corporal, la comodidad  mental, y también los demás logros y realizaciones propios de este mundo suelen ser necesarios, pero no por ello son importantes. Es enorme la diferencia entre lo necesario y lo importante. Muchas cosas al ego,  le parecen necesarias, pero en sí mismas no son importantes. La espiritualidad, que al ego le parece innecesaria, algo sin valor, para el alma es fundamental, para el alma si  es importante. De manera que el ego representa un principio profundo y fundamental de la mismísima ignorancia, cuya preferencia es siempre lo no es  importante,  en detrimento de lo que sí es importante.

Los conflictos se resuelven con una verdadera evaluación

Raras veces la mente funciona de manera armoniosa porque es principalmente guiada y gobernada por las fuerzas del inconsciente, las fuerzas del subconsciente. Son pocas las personas que se toman la molestia de lograr dominar estas fuerzas ocultas que dirigen el curso de la vida mental. La eliminación del conflicto solamente es posible mediante el control consciente de las fuerzas psíquicas del subconsciente. Este control puede lograrse de manera permanente sólo ejercitando reiteradamente la verdadera evaluación en todos los casos en los que a la mente se le presenten conflictos.

La necesidad de una elección inteligente, una elección firme

Si la mente no se libra del conflicto, deberá elegir acertadamente y preferir de manera indefectible lo que verdaderamente es importante dejando de lado lo que no lo es. La elección ha de ser inteligente ha de ser firme en todos los casos de conflicto, tanto aquellos que son importantes como aquellos que no lo son. Tiene que ser inteligente porque sólo buscando los verdaderos valores y los valores  permanentes es posible alcanzar un equilibrio que no vaya en contra, que no vaya en detrimento de la corriente dinámica y creativa de la vida mental. Si la elección no inteligente es firme, puede vencer temporalmente al conflicto, pero con seguridad, tarde o temprano, a la larga reducirá la perspectiva de la vida o impedirá la realización de la personalidad total. Además, el conflicto reaparecerá seguramente de alguna otra forma si no lo resolvemos inteligentemente. Por otra parte, una solución inteligente exige ver los verdaderos valores en profundidad, la cual deberá estar libre de valores falsos. De manera que el problema de los deseos en conflicto resulta ser el de los valores  que están en contradicción, que están en pugna, y la solución del conflicto mental exige, por lo tanto, una búsqueda profunda del real significado de la vida. Sólo a través de la sabiduría la mente podrá librarse verdaderamente de los conflictos.

Ser fiel a la elección correcta

Una vez que sabemos cuál es la elección acertada, correcta,  el próximo paso consiste en ser fiel a esta verdad, a esta elección. Aunque las tendencias mentales en pugna se calmen eligiendo un rumbo en especial prefiriéndolo a diversas opciones, aquéllas siguen actuando como obstáculos para que elijamos de una manera totalmente eficaz y operativa. A veces existe el peligro de que una decisión quede derribada al intensificarse las fuerzas en oposición, las fuerzas en pugna que están en el inconsciente. A fin de evitar la derrota, la mente debe ser tenazmente fiel a los valores correctos que percibió. De manera que la solución del conflicto mental exige no solamente percepción de los valores correctos sino también una  fidelidad inquebrantable en estos valores.

Los verdaderos valores deben gobernar todos los asuntos

Una elección inteligente, una elección  firme tiene que ejercerse en todos los asuntos, en los asuntos pequeños como en los  grandes, pues las preocupaciones corrientes de la vida de ninguna manera son menos importantes que los graves problemas que la mente afronta en tiempos de crisis. Las raíces del conflicto mental no podrán desaparecer por completo mientras sólo se ejerza esporádicamente una elección inteligente, una elección firme. La vida de los verdaderos valores sólo podrá ser espontánea cuando la mente haya desarrollado el hábito ininterrumpido de elegir constantemente los valores correctos. Nuestra vida está compuesta por tres cuartas partes de cosas comunes, corrientes y ordinarias,  y aunque el conflicto relacionado con estas últimas no atormente mucho a la mente, sin embargo, deja en la mente una sensación de inquietud, de inestabilidad, como si algo anduviera mal. Los conflictos que giran en torno a estas  cosas comunes y corrientes raras veces, ni siquiera  son llevados a la superficie de la consciencia. Proyectan una sombra sobre lo que en general sentimos acerca de la vida, como si fuera detrás de una pantalla. Estos conflictos hay que traerlos a la superficie de la consciencia, afrontarlos de frente,  francamente antes de que puedan ser resueltos adecuadamente.

Los conflictos ocultos

Sin embargo, el proceso durante el cual traemos el conflicto a la superficie de la consciencia no debe degradarse, no debe degenerar en un proceso en el que imaginemos un conflicto donde no lo hay. La verdadera señal de un conflicto oculto real es la sensación de que no estamos de todo corazón, con toda nuestra fuerza en  el pensamiento o en la acción que en ese momento predomina. Hay una vaga sensación de desmedro o radical limitación de la vida. En estas ocasiones, debemos tratar de analizar nuestro estado mental mediante profunda introspección, pues este análisis trae a la luz los  conflictos ocultos respectivos al conflicto que estamos observando.

El anhelo del ideal como inspiración

De manera que cuando traemos los conflictos a la luz, los colocamos delante de nuestra conciencia, los observamos, podemos resolverlos con elecciones inteligentes, con elecciones firmes. El requisito más importante para resolver satisfactoriamente el conflicto es el poder inspirador, el poder motivador, la misma  inspiración, que sólo puede provenir de desear ardientemente un fin, un  ideal omnicomprensivo. El análisis puede de por sí ayudar a elegir, pero la elección seguirá siendo una preferencia intelectual estéril e ineficaz a menos que esté vitalizada por algún ideal que apele a los estratos más profundos, más  significativos, reales  de la personalidad humana. Mucho ha hecho la psicología moderna para revelar cuáles son los orígenes del conflicto, pero aún así,  tiene que descubrir métodos que despierten la inspiración que suministren a la mente aquellas cosas  que hagan que  la vida valga la pena ser  vivida. En verdad, esta es la creativa tarea que los humanistas, que aquellos que trabajan por una  humanidad desarrollada tienen ante sí.

La desintegración del ego culmina al realizarse la Verdad

El establecimiento de un verdadero ideal es el comienzo de la correcta evaluación.  La correcta evaluación consiste en deshacer las construcciones del ego, el cual se basa en las falsas evaluaciones. Cualquier acción que exprese los verdaderos  valores de la vida, el verdadero conocimiento, el verdadero entendimiento,   contribuye a la desintegración del ego, el ego  es el producto de eras y eras de una forma de actuar ignorante. La vida no puede estar permanentemente aprisionada en la jaula del ego. En algún momento deberá pugnar, deberá pelear, luchar por descubrir la Verdad, por alcanzar la Verdad. En la madurez de la evolución llega el trascendental descubrimiento de que la vida no puede ser comprendida y vivida plenamente mientras siga teniendo al ego como eje principal. Es ahí donde  el hombre se impulsa con la lógica de su propia experiencia para encontrar el centro y  reorganizar su vida en la Verdad. Esto implica acabar con el ego y reemplazarlo con la consciencia de la Verdad. La desintegración del ego culmina en la realización de la Verdad. El falso núcleo de sanskaras, de impresiones mentales consolidadas debe desaparecer si ha de existir una verdadera integración y la realización de la vida.